- San MATERNO, obispo. Colonia Agripina. Convirtió a la fe a gentes de Tongres, Colonia y Tréveris. (314).
- San PEDRO, obispo. Besanzón, Francia. Siendo abad cisterciense fue promovido a la sede de Tarantasia, la cual rigió con fervorosa diligencia y esforzado fomento de la concordia entre los pueblos. (1174).
- San ALBERTO de VERCELLI, obispo. Tolemaida, Palestina. Trasladado de Vercelli a Jerusalén, dio una Regla a los eremitas del Monte Carmelo, y que mientras celebraba la fiesta de la Santa Cruz rue asesinado por la espada de un malvado, a quien había reprendido. (1215).
- Beato CLAUDIO LAPLACE, presbítero y mártir. Rochefort. Debido a su condición de sacerdote, durante la Revolución Francesa, murió de hambre y contagio en una nave. (1794).
- San GABRIEL TAURINO DUFRESSE, obispo y mártir. Sichuan. Decapitado cruelmente después de una plena dedicación a la actividad ministerial durante cuarenta años. (1815).
Hoy recordamos especialmente a SANTA NOTBURGA
Nació en 1265 en Rattenberg, y murió el 16 de septiembre del año de 1313. Ella fue una cocinera en la familia del Conde Henry de Rothenburg, y acostumbraba dar comida a los pobres. Pero Ottilia, su ama, le ordenó que alimentara a los cerdos con cualquier remanente de alimento que quedara. La santa por lo tanto, llegó a resguardar algo de su propio alimento, especialmente los días viernes, para darlo a los pobres.
Un día, de conformidad con la leyenda, su amo la encontró y le ordenó que le mostrara lo que ella estaba llevando. Ella obedeció, pero en lugar del alimento lo que él vio fueron tajadas, y el vino se había convertido en vinagre. A partir de esto, Ottilia la despidió, pero la ama cayó enferma, casi inmediatamente de esto. Debido a ello, Norburga permaneció como enfermera, a su lado, preparándola para la muerte.
Notburga entró luego al servicio de un campesino en el pueblo de Eben, a condición de que ella pudiera ir a la iglesia en las tardes o noches, especialmente domingos y días festivos. Una tarde su amo le requirió que continuara trabajando en el campo. Lanzando su hoz en el aire, ella dijo: “dejemos que mi hoz sea quien decida entre usted o yo”, y se dice que la hoz se quedó suspendida en el aire. Mientras tanto el Conde Henry de Rothenburg, estaba llegando a tener muchas cosas desafortunadas, desde que se despidió a Norburga. En vista de esto, el conde volvió a tener a la santa y las cosas mejoraron en la casa.
Un poco de la muerte de la santa, ella le pidió a su amo que colocara su cuerpo en un vagón, que debía ser tirado por dos bueyes, y que se le enterrara en el lugar donde los bueyes se detuvieran. Los bueyes condujeron el vagón hasta la capilla de San Rupero, cerca de Eben, donde ella fue enterrada.