Así como unos días después de Navidad se celebra el Santo Nombre de Jesús, también después de la festividad de la Natividad de María se festeja su santo nombre.
El nombre de la Virgen, dice el Santo Evangelio, era María, que significa “Señora”.
Así que, como decimos de Jesús que es “Nuestro Señor”, así también llamamos a María “Señora nuestra”.
Pronunciar su nombre es afirmar su “omnipotencia suplicante”.
Esta fiesta fue extendida a toda la Iglesia por el Papa Inocencio XI para conmemorar la victoria de Juan Sobieski, rey de Polonia, sobre los turcos delante de Viena, en el 1683. Antes, por primera vez, se autorizó la celebración de esta fiesta en 1513, en la ciudad española de Cuenca; desde ahí se extendió por toda España.
San Bernardino de Siena (s. XV), muy devoto de la Virgen, fue uno de los grandes propagadores de esta fiesta.