Ya hemos finalizado la exposición de los tres temas característicos en sus enseñanzas, a saber, el monoteísmo, la justicia social, el mesianismo.
A partir de hoy, veremos el lugar que ocuparon los profetas en la Historia.
Los profetas escritores, desde Amós hasta Malaquías, ejercieron su ministerio durante un largo periodo de tiempo que va desde el siglo VIII a.C. hasta el siglo IV a.C., o hasta el siglo II, a.C., si se tiene en cuenta el libro de Daniel.
Fueron años trascendentales para Israel, como conocemos por los Libros Históricos de la Biblia, en los que ocurrieron acontecimientos que influyeron en la vida del pueblo.
En un principio se produjo el predominio del reino del Norte bajo los sucesores de Omrí (siglo IX a.C.) hasta su desmoronamiento e invasión por parte de los asirios (722 a.C.).
Luego vino el apogeo del reino de Judá, en tiempos del rey de Ezequías, y la reforma religiosa emprendida por Josías (622 a.C.).
Pero todo se truncó con la invasión llevada a cabo por Nabucodenosor. El rey y las personas principales del pueblo fueron deportadas a Babilonia (587 a.C.) durante cincuenta años; regresaron tras el edicto de Ciro, pero nunca más gozaron de independencia.
Primero estuvieron sometidos a los persas (537-333 a.C.); después a los griegos, lágidas y seléucidas (333-70 a.C.). Desde el Destierro babilónico, los judíos no volvieron a ser independientes, pero afianzaron las bases de su honda religiosidad.