Recordemos, la Madre de Cristo es la primera redimida por su Hijo.
Por especial gracia de Dios fue libre de todo pecado, original o personal, en vistas a la obra redentora de su hijo.
Fue configurada a semejanza de su Hijo.
Pero su semejanza con el Hijo de Dios supera la de todos los demás.
Como los demás fue incorporada a la muerte, resurrección y ascensión de Cristo.
Fue introducida a la plena comprensión de su Hijo y de su misión al venir el Espíritu Santo. Pero su unión con Cristo alcanzó una fuerza jamás alcanzada.
El germen de resurrección puesto en ella tuvo eficacia mayor que en criatura alguna.
La existencia cristiana siempre es participación en la gloria del Resucitado, que ha subido al Cielo. Esta participación logrará en los demás hombres su definitiva configuración en la Segunda Venida de Cristo. En María se desarrolló ya plenamente y en su forma definitiva en esta era.