Este concepto se funda en la idea de que los sistemas tecnológicos incrementan las formas de control social.
Es una especie de determinismo de nuestra vida, la cual no puede huir del control al que se nos querría someter.
La presencia del ser humano en el “sistema” no deja de ser nominal.
Los sistemas tecnológicos se comportarían de modo autónomo imponiéndose a los vínculos existentes entre individuos y grupos, es decir, a las normas y a la política.
El determinismo tecnológico habría recorrido las expresiones del pensamiento marxista en su variante mecanicista, y en la construcción de los diferentes experimentos socialistas a lo largo del siglo XX.
En la Europa del socialismo real, las máquinas, las herramientas en contante cambio tecnológico, constituyeron poderosos instrumentos para el cambio social.
En cierto modo, la cualidad de predecibilidad del futuro que otorgan los enfoques tecnológicos expresaba mejor que cualquier otra los retos del cambio histórico ansiado por los marxistas.
Desde la perspectiva cristiana, hay un nivel que trasciende todas las predicciones científicas, que es el ámbito de la libertad y de la historia. Mientras el cosmos físico puede tener un propio desarrollo espacio-temporal, sólo la humanidad tiene “historia”, la historia de su libertad. La libertad, como la razón, es una parte preciosa de la imagen de Dios en nosotros, y no puede reducirse a un análisis determinista.