EL ESCAPULARIO: EL HÁBITO DE MARÍA (Guillermo Juan Morado)

by AdminObra

Una sugestiva explicación del “escapulario del Carmen», un “hábito», una palabra que significa también, si el hábito es bueno, “virtud». El hábito de María son las virtudes de la Santísima Virgen, que debemos imitar. En ello consiste la verdadera devoción mariana. Debemos este texto a Xristoforos Theotokou.

 

En el año 1246 fue escogido superior de la Orden Carmelita san Simón Stock. Por aquellos momentos, la orden estaba pasando por unos momentos muy críticos y san Simón, que bien conocía el espíritu de esa famosa oración que empieza diciendo “Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado”, acudió a la Madre Inmaculada para pedir su auxilio.

María Santísima respondió a sus súplicas y lo hizo como no había esperado nunca el carmelita. El 16 de julio de 1251 se apareció la Flor del Carmelo, como la llamaba san Simón todos los días, y en sus manos llevaba la respuesta a sus peticiones, el Santo Escapulario, regalo de su Inmaculado Corazón a todos los hombres.

Para explicar el Escapulario y su significado nada mejor que irse al mundo medieval para comprenderlo y vivirlo, y más en concreto a la librea.

Una librea es un uniforme o insignia llevado por una persona que indica una relación entre ésta y otra, normalmente quien lo entrega. Su origen está en la Edad Media, y más en concreto, en las ropas que daban los nobles a sus más allegados, en las cuales aparecía algún símbolo del noble, ya sea su escudo heráldico o sus colores u otro elemento.

Así es el Santo Escapulario, la librea de la Reina del Cielo, dado a todos los hombres por medio de san Simón Stock. Es el pequeño vestido de aquellos que desean, al modo de los hombres medievales, ser contados entre los siervos de María, o mejor dicho, entre los hijos de la Madre de Dios; vestido que es imagen del Hábito de la Hermosura del Carmelo.

Quien lleva el Escapulario establece un pacto con la Esclava del Señor, por el cual el fiel se compromete a ser de María, es decir, a ponerse en sus manos y dejar que sea Ella quien modele su vida según la voluntad de Dios y a imitar sus virtudes.

Nada ha de temer quien decide negarse a sí mismo y decirle a María por medio de su Escapulario: “Madre mía, mira cómo soy, y hazme como tú quieres que sea”, porque Ella es la Alfarera de todos los santos. Por ello, quien viste su Escapulario acepta con todo su ser cumplir lo que nos mandó Jesucristo: “Sed perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto”, ¿y qué mejor manera que alcanzar esta altísima meta por medio de la Reina de todos los santos? ¿Cómo no alcanzarla si dejamos que la Llena de gracia actúe en nosotros?

Además, nos estamos comprometiendo, al vestir el Escapulario, a alcanzarla de una forma tan hermosa y perfecta como es imitando a Nuestra Madre, ya que es Escuela de Virtudes. En Ella se encuentran todas las virtudes desarrolladas plenamente, puestas como modelo a seguir. Por tanto ¿a qué esperamos para vivir la fe, la esperanza y la caridad como las vivió María? ¿Cuándo nos dejaremos mover para aprender de la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza de Ella? ¿Cómo no revestirnos de las virtudes de María si nos vestimos con su Santo Hábito?

A su vez, la Virgen Madre promete proteger al devoto que lleve su librea cristianamente. Ya lo dijo a san Simón: “Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno”.

Si los grandes señores terrenales no dudaban en proteger a sus vasallos y hacerlos merecedores de sus favores, cuanto más lo hace nuestra celestial Señora. Extiende su manto sobre los que se acogen a Ella para defenderlos del ataque de los enemigos mortales de todo hombre, el demonio, el mundo y la carne. Levanta sus manos a Dios para implorar gracias a favor de sus hijos y las distribuye con largueza entre estos, para que puedan alcanzar la santidad y, por ella, la salvación. Visita a los moribundos que le han sido fieles para confortarlos en sus últimos momentos como Madre de Misericordia que es.

Si un siervo suyo ha caído en el Purgatorio, no duda en cumplir el llamado “privilegio sabatino», y, rodeada de gloria, baja a las profundidades para rescatarlo de las llamas purificantes y llevarlo con Ella al cielo. Y ante el Santísima Trinidad y ante la Corte celestial no duda en proclamar como hijo suyo al bienaventurado que ha llevado la prenda de su amor hasta el momento de la muerte.

Para terminar esta reflexión, qué mejor que el testimonio de un doctor de la Iglesia sobre el Santo Escapulario, y más en concreto de un santo tan mariano como san Alfonso María Ligorio:

“Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios.”

Xristoforos Theotokou