Acompañado por sus antiguos discípulos, San Jerónimo se embarca en un amplio viaje que le lleva a conocer las comunidades de Palestina y Egipto, tierras en las que se encontraban algunos de los mayores logros espirituales y culturales del cristianismo de la época de los Santos Padres.
Se establecerá en Belén, fundando varios monasterios en los que vivirá con sus discípulos durante 35 años.
La proximidad a la gruta en la que nació Cristo, estimuló más a San Jerónimo a consagrarse con amor al estudio de la Palabra de Dios.
Tenía a su disposición la biblioteca de Cesarea Marítima, una de las más importantes del cristianismo antiguo.
Contactó con las comunidades judías de Palestina para acercarse al texto hebreo de la Biblia y conocer las tradiciones judías de interpretación bíblica.
Por ello, la estancia de San Jerónimo en Belén se relaciona con su obra más influyente que fue traducir la Sagrada Escritura al latín, a partir de los textos originales hebreos (para casi todo el Antiguo Testamento) y griegos (para el Nuevo Testamento).
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