Será destinado a Constantinopla para presidir la pequeña comunidad católico-nicena de la ciudad.
Va a ser allí donde escriba sus grandes obras teológicas, empezando por sus importantísimos “Discursos Teológicos”, del año 380.
A lo largo de sus 45 discursos, casi todos ellos pertenecientes a esta etapa de su vida, San Gregorio muestra su imponente retórica, su capacidad de discutir sobre los grandes problemas teológicos de su ambiente, y su don especial para ofrecer soluciones claras y convincentes.
Así desarrolla una terminología teológica especialmente adecuada para iluminar la doctrina trinitaria, aprovechando la precisión y la claridad de la lengua griega. Con ella, no pretende definir ni describir al detalle la vida trinitaria, sino desmontar las confusas ambigüedades terminológicas a las que recurrían los herejes para sostener sus doctrinas.