El Jueves Santo conmemora un triple misterio:
- La institución de la Sagrada Eucaristía;
- La institución del sacerdocio;
- El amor fraterno.
La Eucaristía es el centro y raíz de los otros misterios, puesto que les origina y exige.
A este triple misterio responde la celebración de la Santa Misa, la Adoración del Santísimo en el Monumento, y el Lavatorio de los pies.
La Misa “in Coena Domini” es fuente y cumbre del misterio y de la liturgia del Jueves Santo.
La Santísima Eucaristía aparece como el sacrificio de la Alianza definitiva que Dios realiza, en Cristo, con los hombres.
La Iglesia, actualizándola perennemente, hace posible que los hombres de cada generación entren en comunión de vida y amor con Dios, en Cristo; es decir, participen, sacramental y vitalmente, en el mismo sacrificio de Cristo.
Las Lecturas nos enseñan que la Eucaristía es la verdadera Pascua que Cristo celebró con sus Apóstoles en la Última Cena y la Iglesia continúa a lo largo de los siglos.
La liturgia del Jueves Santo concluye con la “reserva del Santísimo en el Monumento”; reserva que es necesaria para la comunión del día siguiente.
Aunque al principio se realizaba en un lugar seguro y poco frecuentado de la iglesia, desde el siglo XI fue solemnizándose el traslado eucarístico y se le asignó una capilla adornada con flores y cirios.
Debemos hacer por acompañar al Señor en algún momento durante la noche santa de su prendimiento.