Otra vez nos encontramos con el profeta Oseas.
¿De qué se nos advierte ahora?
Se nos advierte de nosotros mismos. Por un lado, lo de siempre. Pero hay una novedad. Dios nos conoce. Nos tiene, como se diría vulgarmente, ‘calados’.
Se da cuenta que pretendemos engañarlo con supuestas palabras de perdón, arrepentimiento, y acercamiento.
Dios se da cuenta.
Sabe que somos inconstantes. Eso no le ofende. Le ofende esta actitud tan calculada, que usamos con El y con los demás.
Dios no nos cree, en definitiva. Y también nos lo puede dar a conocer en esta Cuaresma “no me convencen vuestras penitencias, vuestros ‘vía-crucis’, vuestros cantos, vuestras procesiones”.
Dios descubre, por decirlo de algún modo, que nos reímos de El. ¡Hasta ahí podía llegar nuestra desfachatez! Pero llega.
Mas Dios nos dejará en evidencia, como hizo con ese entramado pseudorreligioso de Israel, y nos fustigará por medio de los que tienen verdadero espíritu de religión. Nos herirá, en definitiva. Nos herirá…
La Cuaresma no ha de ser tiempo de falsas piedades, y de falsos arrepentimientos. A Dios no se le engaña. Permitirá que cualquiera, llegado el caso, sea el ejecutor de su justicia divina viendo el grado de perversión e hipocresía que llegamos a desarrollar.