Este día la Palabra de Dios nos enseña en la Primera Lectura lo que se conoce como “Fórmula de la Alianza”, que es un compromiso que Dios establece con su Pueblo a ser siempre su Señor; ellos, por su parte, han de querer ser “pueblo de Dios”. Dios se compromete, por medio de esa “fórmula” a enseñar a su Pueblo a caminar otorgándole unos códigos, decretos, mandatos, preceptos. Gracias a estas pautas el Pueblo sabrá caminar en la presencia de Dios beneficiándose de su constante Providencia. Dios ha prometido hacer de su Pueblo una nación santa. El Pueblo, en lo que le corresponde, debe aceptar todos los cuidados de su Señor que lo quiere elevar a su propia Gloria. Dios no reserva su Gloria sólo para sí, nos la ofrece, y se abre a compartirla
En la Cuaresma, hemos de recordar que el Hijo de Dios ha establecido una Alianza Nueva, definitiva, para siempre, en la Persona del Verbo humanado. Su Cruz es el protocolo que nos ofrece para ser “hijos” en plenitud.
Es lo que nos recordará en el Evangelio de este sábado I, “Sed perfectos”. Es una exhortación que nos pesa en ocasiones. La interpretamos mal. No nos pide algo que se podría identificar con el “perfeccionismo”. Dios al pedírnoslo, nos lo ofrece. La perfección a la que nos llama es un Don. Ojalá lo entendiésemos así.
Acogiendo este Don seremos capaces de cosas maravillosas.