- El arzobispo presidió sendas Eucaristías en el Carmelo de A Coruña y en la Iglesia de las Carmelitas de Santiago
El arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, presidió hoy, fiesta de Santa Teresa de Jesús, sendas Eucaristías en el Carmelo de A Coruña y en la Iglesia de las Carmelitas de Santiago, una cita que viene siendo habitual en la agenda de Don Julián. En las palabras que dirigió a la comunidad carmelita en su homilía, el arzobispo destacó el profundo sentido de pertenencia a la Iglesia de Santa Teresa y su plena confianza en el Señor. “En fin, Señor, soy hija de la Iglesia. Cantaré eternamente las misericordias del Señor. Ya es tiempo de caminar”, dijo la Santa en los momentos previos a su muerte. Es la síntesis de su vida y su herencia hermosa, expresión de su gran confianza en el Señor. También hoy es tiempo de seguir caminando y hacer nuestra esa herencia. Al celebrar su fiesta litúrgica, nos dejamos guiar por su doctrina y su experiencia de Dios para “recorrer el camino de la perfección y encender en nosotros el deseo de la verdadera santidad”, indicó monseñor Barrio.
El arzobispo destacó que “la Iglesia nos ofrece el itinerario de la Santa, poniendo ante nuestra consideración el desasimiento de las cosas del mundo, la pobreza, la consideración adecuada de las cosas terrenas, y el cumplimiento de la voluntad de Dios. Vivió la fe a través del amor, la armonía, la alegría, el sufrimiento, como actitud evangelizadora que siempre se da con el testimonio de la caridad”.
Monseñor Barrio indicó, además, que esta mujer excepcional era “de recio temple y ardiente corazón, débil ante el cariño, invencible cara a la adversidad”, y que “fue dejándose modelar por la fuerza del Espíritu, “que viene en ayuda de nuestra flaqueza, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene” (Rom 8,26-27)”.
“A veces”, recordó igualmente Don Julián, “queremos apagar nuestra sed con el agua que pedimos a las criaturas o buscando desesperadamente la satisfacción en las cosas. Esta agua apaga la sed del corazón sólo provisionalmente, incluso en algunas ocasiones está tan turbia que puede hacer mal a nuestra alma. Jesús nos ofrece el agua de su Verdad, de su amor, y de su amistad. Un amor fiel, una felicidad que llega hasta la vida eterna y que da sentido a cualquier otra alegría legítima”.
Y añadió que “con Cristo todo lo podemos: “Bien veo yo, mi Señor, lo poco que puedo. Pero llegada a Vos, subida a esa atalaya donde se ven las verdades, no os apartando Vos de mí, todo lo podré”. Quien tiene deseo de cosas profundas o necesidad de respuestas decisivas para la propia vida, ha de tener a Cristo en su vida. Es necesario dejar a sus pies el cántaro de nuestras fatigas diarias, anunciando lo que hemos vivido en el encuentro con El. Con nuestra felicitación a las Madres Carmelitas agradecemos a Dios que nos haya puesto a Santa Teresa de Ávila como estímulo y modelo en nuestra peregrinación hacia la ciudadanía de los santos”.