Hoy, 16 de febrero, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. Santa JULIANA, virgen y mártir. Campania. (s. inc.).
  2. San MARUTA, obispo. En Persia. Presidió el Concilio de Seleucia, reparó las iglesias destruidas durante la persecución de Sapor y colocó reliquias de mártires persas en la ciudad episcopal, Talgrit. (420).
  3. Beata FILIPA MARERI, virgen. En los Abruzzos. Despreciando las riquezas y el fasto del mundo, abrazó la vida de Santa Clara. (1236).
  4. Beato NICOLÁS PAGLIA, presbítero. En Perugia. Dominico. Recibió de Santo Domingo el hábito y la misión de predicar. (1256).
  5. Beato JOSÉ ALLAMANO, presbítero. En Turín. Lleno de fervor para propagar la fe cristiana, fundó las congregaciones de hombres y mujeres de la Consolata. (1926).

Hoy recordamos especialmente a los SANTOS MÁRTIRES DE CESAREA

El año 309, cuando los emperadores Galerio Maximiano y Máximo llevaban adelante la persecución comenzada por Diocleciano, cinco egipcios fueron a visitar a los confesores de la fe, condenados a trabajos forzados en las minas de Cilicia. A su regreso les detuvieron los guardias a las puertas de Cesarea, en Palestina. Los cinco confesaron al punto que eran cristianos y declararon el motivo de su viaje. Al día siguiente, comparecieron ante el gobernador Firmiliano, junto con San Pánfilo. El juez, según su costumbre, ordenó que los cinco egipcios fuesen torturados en el potro, antes de ser juzgados. Después de que habían sufrido ya muchos suplicios, el gobernador preguntó al que hacía cabeza, su nombre y su nacionalidad. El mártir respondió que su nombre de bautismo era Elías, y que sus compañeros se llamaban Jeremías, Isaías, Samuel y Daniel. Como Firmiliano le preguntase nuevamente por su nacionalidad, Elías contestó que eran ciudadanos de Jerusalén, refiriéndose a la Jerusalén celestial, verdadera patria de todos los cristianos. El gobernador ordenó a los verdugos que torturasen a Elías, quien fue azotado con las manos atadas a la espalda y los pies brutalmente aplastados en yugos de madera. Después el gobernador mandó que los cinco fuesen decapitados. La orden se ejecutó inmediatamente.
Porfirio, joven sirviente de san Pánfilo, juró que los cuerpos de su amo y de los otros mártires no quedarían sin sepultura. Enterado de tal audacia, Firmiliano le hizo arrestar. Como Porfirio confesara que era cristiano y se negara a sacrificar a los dioses, el juez le mandó azotar tan cruelmente, que los huesos y las entrañas del mártir quedaron al descubierto. Porfirio sufrió la tortura sin exhalar un gemido. Entonces el tirano ordenó que se encendiese una hoguera en forma de círculo, en cuyo centro fue colocado Porfirio. Ahí estuvo durante varias horas cantando alabanzas al Señor e invocando el nombre de Jesús, hasta que la muerte puso fin a su lento y glorioso martirio. Los soldados vieron que Seleuco, uno de los testigos del martirio, aplaudía la constancia de Porfirio; le condujeron, pues, ante el gobernador, quien le mandó decapitar inmediatamente.
La historia de estos santos es de gran interés para todos los especialistas de hagiografía cristiana, ya que la cuenta Eusebio, el padre de la historia eclesiástica, quien vivía entonces en Cesarea y era amigo personal del mártir Pánfilo. En señal de devoción a su amigo, el historiador gustaba de llamarse «Eusebio (el discípulo) de Pánfilo».