El siglo que siguió al de los Apóstoles, hablamos del siglo II, pues, vio una admirable floración de grandes pastores y sabios cristianos por todo el Imperio.
Vimos cómo en el siglo II destacaron las figuras de San Ignacio de Antioquía en Siria, San Justino en roma, San Irineo en Asia y las Galias, Tertuliano en África.
En Egipto, y más en concreto, en la capital alejandrina, centro difusor de la cultura helénica, destacará una figura de primera línea: CLEMENTE ALEJANDRINO.
Nació en un lugar desconocido, a mediados del siglo II.
Se duda que haya sido ordenado sacerdote.
Se desconocen los lugares y maestros que haya tenido en vida. Sí se puede afirmar que tuvo una formación cosmopolita en Atenas, Sicilia, Egipto, Siria, Palestina.
Durante un tiempo fue venerado como santo. Después dejó de hacerse.
Lo que sí consta es que el final de su periplo intelectual fue en Alejandría.
Allí se dio cuenta que Cristo es el verdadero Maestro, en quien reside la plenitud. Cristo es la plena sabiduría.
Así, en Alejandría, quizá como discípulo de Panteno en el “Didaskaleion” donde desarrolla un intento diálogo con el mundo helenista, motivado por el deseo de que todos puedan descubrir al verdadero Maestro.
Se consumó como un verdadero erudito en la sabiduría clásica y en las ciencias, y en la interpretación de la Sagrada Escritura, que, como vimos, fueron traducidas del hebrero al griego, por primera vez, en Alejandría.
Se movió en los círculos intelectuales más prestigiosos.