- San ARCADIO, mártir. En Argelia. Se ocultó en tiempos de persecución, pero al ser preso un familiar en su lugar, se presentó al juez. Se negó a hacer sacrificios a los ídolos y sufrió dolorosos tormentos y muerte final. (304).
- Santos TIGRIO, presbítero, y EUTROPIO, lector, ambos mártires. En Constantinopla. Fueron acusados falsamente de haber incendiado la iglesia principal y el palacio senatorial como reacción al destierro de San Juan Crisóstomo, por lo que fueron sometidos a martirio por el prefecto, que era hostil a la fe. (406).
- Santa CESÁREA, abadesa. En Provenza. Hermana del obispo San Cesáreo. Escribió una Regla de conducta para su hermana y sus monjas. (529).
- San FERREOLO, obispo y mártir. En Grenoble, Francia. Fue asesinado a golpes por un sicario mientras predicaba a la multitud. (659).
- San BENITO BISCOP, abad. Northumbría, Inglaterra. En las cinco peregrinaciones que hizo a Roma se trajo consigo maestros y libros, para que los monjes de la clausura progresaran en la ciencia del amor a Cristo. (690).
- San ELREDO, abad. En Northumbría, Inglaterra. Fue educado en la corte del Rey de Escocia. Se hizo cisterciense. Fue maestro de la vida monástica y promovió la vida espiritual y la amistad en Cristo. (1166).
- San MARTINO de la SANTA CRUZ, presbítero. León. Canónigo regular. Varón experto en Sagrada Escritura. (1203).
- San BERNARDO de CORLEONE, religioso. En Palermo. Capuchino. Admirable por caridad y eximio por su penitencia. (1667).
- Santa MARGARITA BOURGEOYS, virgen. Montreal, Canadá. Con gran voluntad reconfortó a los colonos y a los soldados, y trabajó para asegurar la formación cristiana de los jóvenes, fundando para ello la Congregación de Nuestra Señora. (1700).
- Beato ANTONIO FOURNIER, mártir. Angers. Artesano de oficio. Fusilado durante la Revolución Francesa por su fidelidad a la Iglesia. (1794).
- Beato PEDRO FRANCISCO JAMET, presbítero. En Caen, Francia. Se distinguió por su ayuda a las Religiosas Hermanas del Buen Salvador y por su trabajo para la restitución de la paz a la Iglesia. (1845).
- Beato NICOLÁS BUNKERD KITBAMRUNG, presbítero y mártir. En Tailandia. Predicador eximio del Evangelio, que fue encarcelado en tiempo de persecución contra la Iglesia y, a causa de la tisis que contrajo ayudando a los enfermos, falleció de modo ejemplar. (1944).
Hoy recordamos especialmente a SAN ANTONIO MARÍA PUCCI
Había nacido de una familia de campesinos en Poggiole, cerca de Pistoia, en 1819. Fue el segundo de siete hijos y recibió el nombre de Eustasio. Desde niño se distinguió por su bondad, su laboriosidad y su deseo de servir, especialmente en la iglesia parroquial de la que su padre era sacristán. Sin embargo, cuando se confirmó la vocación de Eustasio a la vida religiosa, a raíz de una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Bocca, su padre y su madre se opusieron a ello, pues era el mayor de los hijos varones. Así pues, Eustasio no pudo ingresar en la congregación de los servitas, sino hasta los dieciocho años, en 1837. Al entrar en el priorato de la Asunción, en Florencia, Eustasio tomó el nombre de Antonio María.
Durante sus primeros años de vida religiosa, el hermano Antonio dio muestras de la franqueza y la tenacidad para vencer las dificultades que habrían de distinguirle toda su vida. La oración y la obediencia eran su primera preocupación, y en seguida los estudios. Fue ordenado sacerdote en 1843 y, menos de un año después, fue nombrado vicario de la iglesia de San Andrés, en Viareggio. En 1847, cuando sólo tenía veintiocho años, fue elevado a párroco de la misma iglesia. En Viareggio puerto de pescar con un astillero, pero, sobre todo, un sitio de veraneo, habría de vivir hasta su muerte el P. Antonio. Los fieles llamaban a su párroco «II curatino», algo así como «nuestro señor curita», para demostrar, a la vez, su cariño y su respeto por él. San Antonio parece haberse adelantado a su tiempo en lo que se refiere a la organización parroquial; pero jamás perdió de vista que las cosas son sólo medios para un fin, y el fin de la vida es la caridad. Tampoco olvidó que el pastor debe ser el ejemplo de su rebaño. Antonio era el padre y el siervo de todos; los enfermos, los ancianos, los pobres; todos los que sufrían en alguna forma acudían a él, buscando la ayuda que les daba sin reservas. Su olvido de sí mismo se manifestó, sobre todo, durante las epidemias de 1854 y 1866.
Uno de los frutos de la predilección del P. Antonio por los niños, fue la creación de un orfanatorio junto al mar, cosa poco común en aquella época. Gran parte de sus energías y de su ingenio estuvieron consagradas a la instrucción de los niños. Acostumbraba decir que el hogar debe completar la educación, iniciada en la iglesia y en la escuela. Su celo no se limitaba a su parroquia. Su entusiasmo por la conversión de los infieles le impulsó a ser, en Italia, uno de los primeros y más ardientes propagandistas de la obra de la Santa Infancia. San Antonio Pucci murió el 14 de enero de 1892, a los sententa y tres años de edad. Su muerte causó gran consternación en Viareggio.