En otra de las persecuciones, además de la de Decio, en la de Valeriano, y dirigida contra los cristianos más representativos para decapitar a la Iglesia y confiscar sus bienes, brilló la figura de San Lorenzo.
Este diácono, nacido en Hispania, sufrió el martirio en tiempos del papa San Sixto II. En su martirio dejó constancia de la caridad ejercida por la Iglesia.
Por eso es importante la comunidad cristiana de la Urbe. Más que una teología propia, como en otras grandes urbes: Alejandría, Antioquía, …, se esmeraron en construir una caridad. Roma destacaba por su crueldad y su depravación.
La caridad también se practicaba con los muertos.
En la liturgia también se destacó, pues se construyeron muchas ‘domus ecclesiae’ en las que se celebraban los Misterios cristianos.
Esta organización de la que hacía gala los cristianos de Roma sufrió un fuerte impulso a finales del siglo III y comienzos del IV, cuando se Imperio dejó de incordiar a los cristianos.
De la última persecución de Diocleciano, a la conversión de Constantino, se marca el comienzo de una nueva era en la Iglesia de Roma.
A partir de mañana, volveremos a encontrarnos con autores. Veremos en esta ocasión a SAN HIPÓLITO DE ROMA, el primer gran teólogo de la Urbe Imperial.