- San MIQUEAS, profeta. Defendió, en los días de los reyes de Joatán, Azaz y Ezequías, a los oprimidos, condenó los ídolos y las perversidades, y anunció nacería en Belén de Efratá un caudillo que apacentaría a Israel.
- San TEMÍSTOCLES, mártir. En Licia, Turquía. El cual se ofreció en lugar de San Dióscoro, que era buscado para ser ajusticiado, y tras ser torturado en el potro, arrastrado y apaleado falleció. (s. III).
- Beato DOMINGO SPADAFORA, presbítero. En Emilia-Romaña, Italia. Dominico. Trabajó en el ministerio de la predicación. (1521).
- Beato PEDRO FRIEDHOFEN, religioso. En Coblenza, Alemania. Fundó, después de ser caminero, la Comunidad de Hermanos de la Misericordia de María Auxiliadora, a causa de los cual sufrió plácidamente y con ánimo sereno muchas burlas y molestias. (1860).
Hoy recordamos a SAN PEDRO CANISIO
San Pedro Kanijs nació en Nimega, Holanda, en 1521, y puede ser definido como un hierro colocado entre el yunque y el martillo, es decir, blanco de la irritación que su clara predicación suscitaba en los ambientes protestantes, y de la malevolencia que la envidia le procuraba entre los mismos compañeros de religión. Hijo del alcalde de Nimega, Pedro Kanijs, latinamente Canicius, tuvo la posibilidad de frecuentar óptimas escuelas: derecho canónico en Lovaina y derecho civil en Colonia.
En esta ciudad le gustaba pasar el tiempo libre en el monasterio de los cartujos. Nadie sospechaba que el joven abogado, al que el padre le había garantizado apoyo en su profesión, llevara debajo del vestido un cilicio. La lectura del breve opúsculo de los Ejercicios Espirituales, que hacía poco había escrito San Ignacio, determinó el cambio decisivo de su vida: terminada la piadosa práctica en Maguncia bajo la dirección del Padre Faber, entró en la Compañía de Jesús y fue el octavo jesuita en profesar los votos solemnes. En la joven congregación pudo cultivar sus estudios preferidos y su amor por la erudición; a él se debe la publicación de las obras de San Cirilo de Alejandría, San León Magno, San Jerónimo y Osio de Córdoba.
Vivió en pleno clima de reforma y contrarreforma. Tomó parte activa en el concilio de Trento, como teólogo del cardenal Truchsess y consejero del Papa. Se distinguió por la profundidad de su cultura teológica, por su celo y actividad, pero también por el espíritu conciliador. San Ignacio lo llamó a Italia, luego lo envió a Sicilia a fundar el primero de los famosos colegios, después a Bolonia a enseñar teología, para volverlo a enviar a Alemania, en donde durante treinta años, como superior provincial, empleó sus mejores energías en una época tan difícil marcada por la ruptura de la iglesia protestante. Se lo llamó con razón segundo apóstol de Alemania (el primero fue San Bonifacio).
Como escritor no sólo se dedicó a las obras de erudición, sino también y sobre todo a las catequéticas, adaptando la enseñanza a las capacidades de pequeños y de grandes. San Pio V le ofreció el cardenalato, pero Pedro Canisio le pidió al Papa que lo dejara en su humilde servicio a la comunidad, empleando el tiempo en la oración y en la penitencia. Murió en Friburgo (Suiza) el 21 de diciembre de 1597.