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Si el amor no alcanza el objeto de sus deseos, llega hasta a ocasionar la-muerte del amante; va, por lo tanto, hacia donde es impulsado, no hacia donde parece lógico que deba de ir. El amor engendra el deseo, se enardece cada vez más y tiende con mayor vehemencia hacia lo
que no consigue alcanzar. Y ¿qué más diré?
El amor no descansa mientras no ve lo que ama; por eso los santos estimaban en poco cualquier recompensa, mientras no viesen a Dios.
Por eso el amor que ansía ver a Dios se ve impulsado, por encima de todo discernimiento, por el deseo ardiente de encontrarse con él.