Entre las primerísimas obras de escritos cristianos, exceptuando las que forman parte del canon neotestamentario, habría que incluir la llamada “Epístola de Bernabé”.
Muchos llegaron a considerarla inspirada y digna de formar parte del canon, lo cual dice mucho de su valor. Sin embargo, San Jerónimo la desestimó al considerarla una obra apócrifa.
Pero, ¿por qué referírsela a ese nombre, Bernabé?
Bernabé era natural de Chipre y miembro de la tribu de Leví.
En “Hechos de los Apóstoles” se dice que se unió a la comunidad de los discípulos en Jerusalén y que donó a los Apóstoles las ganancias por la venta de sus propiedades. Buen hombre, y lleno de Espíritu Santo y de fe.
Fue enviado a Antioquía, la capital de Siria, provincia romana, a evangelizar. Llevó consigo a Pablo, sí, el futuro San Pablo. Después irían, en el primer viaje misionero del de Tarso, a Chipre. Ambos evangelizaron con éxito a paganos y judíos, a pesar de la oposición violenta que encontraron, especialmente, en el continente: Antioquía de Pisidia, Iconio, Derbe… ciudades de la ya comentada Asia Menor, actual Turquía.
SEGUIREMOS….