En la Carta Apostólica “El Rosario de la Virgen María”, firmada por San Juan Pablo II en el año 2002, en su punto número 40 leemos lo siguiente, que hemos querido reproducir en este mes de octubre, y en medio de tantos conflictos bélicos en el mundo.
“las dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del nuevo Milenio nos inducen a pensar que sólo una intervención de lo Alto, capaz de orientar los corazones de quienes viven situaciones conflictivas y de quienes dirigen los destinos de las Naciones, puede hacer esperar en un futuro menos oscuro.
El Rosario es una ORACIÓN ORIENTADA POR SU NATURALEZA HACIA LA PAZ, por el hecho mismo de que contempla a Cristo, Príncipe de la Paz y “nuestra Paz” (Ef 2, 14). Quien interioriza el misterio de Cristo –y el Rosario tiende precisamente a eso- aprende el secreto de la paz y hace de llo un proyecto de vida. Además, debido a su carácter meditativo, con la serena sucesión del Avemaría, el Rosario ejerce sobre el orante una acción pacificadora que lo dispone a recibir y experimentar en la profundidad de su ser, y a difundir a su alrededor, paz verdadera, que es un don especial del Resucitado.
Es, además, oración por la paz, por la caridad que promueve”.