- San DORIMEDONTE, mártir. Frigia. (s. III).
- San EUSTAQUIO, mártir. Roma. (s. inc.).
- Santos HIPACIO y ASIANO, obispos, y ANDRÉS, presbítero; mártires. Constantinopla. Por venerar las sagradas imágenes, después de crueles y graves tormentos fueron entregados, como alimento, a los perros, bajo el mandato de León Isáurico. (740).
- Beato ADELPRETO, obispo y mártir. Trento. Valeroso tutor de los pobres y defensor de la libertad de la Iglesia, que, acechado por enemigos, murió cruelmente herido. (1172).
- Beato TOMÁS JOHNSON, presbítero y mártir. Londres. Cartujo. Reinando Enrique VIII, por su fidelidad a la Iglesia fue encarcelado en la prisión de Newport, donde murió de hambre y enfermedad en noveno lugar entre el número de sus hermanos religiosos. (1537).
- San JUAN CARLOS CORNAY, presbítero y mártir. Tonkín. Sociedad de Misiones Extranjeras. A causa de su fe, después de suplicios, murió seccionado y decapitado por orden de Minh Mang. (1837).
- Santos LORENZO HAN I-HYONG, catequista, y SEIS COMPAÑEROS, mártires. Seúl. Ahorcados en diversas cárceles. (1837).
- San ANDRÉS KIM TAEGON, presbítero, PABLO CHONG HASANG Y COMPAÑEROS, mártires. Corea. Ciento tres que en aquel país testificaron intrépidamente la fe, introducida fervientemente por algunos laicos, y después alimentada y reafirmada por la predicación y celebración de los sacramentos por medio de los misioneros. Tres obispos, ochos presbíteros, y los restantes, laicos, casados, solteros, ancianos, jóvenes, niños… (1837-1869).
- San JOSÉ MARÍA de YERMO y PARRE, presbítero. México. Fundador de la Congregación de Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres, con el fin de ayudar a los abandonados en sus necesidades espirituales y corporales. (1904).
Hoy recordamos especialmente al Beato FRANCISCO de POSADAS
Hijo de Esteban Martín Losada y de María Fernández Posadas, naturales de Lama de Arcos (Orense) y afincados en Córdoba. Recibió el bautismo en la parroquial de San Andrés (Libros de bautismos, t. 16, fol. 118r.). Contaba apenas cinco años de edad cuando falleció su padre, y la madre lo sacó adelante a fuerza de trabajo en una tiendecita de verduras que abrió en la placeta del convento de San Pablo. El niño poseía una inteligencia aguda y un corazón generoso.
A la hora de elegir profesión, su madre quiso que entrase en el convento de San Pablo; en él conocían bien sus cualidades intelectuales y morales, mas también su condición social, y no lo recibieron. Persistió el postulante en su vocación y, gracias a la recomendación de un padre maestro de San Pablo, lo admitieron en el humilde convento de Escalaceli. El prior de San Pablo, fray Gabriel de la Cruz, no lo aprobaba, pero ya fray Francisco, vestido de dominico, caminaba por los olivares rumbo a Jaén, donde hizo el noviciado y profesó. Después del noviciado tenía que hacer los cursos de Filosofía y Teología. Lo enviaron a Sanlúcar de Barrameda, donde dio sobradas pruebas de aplicación y piedad. El 22 de diciembre de 1668 recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo de Guadix, Diego de Silva y Pacheco, y cantó su primera misa en el santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta en Córdoba.
Francisco de Posadas tenía extraordinarias dotes para predicador, y los superiores lo destinaron a esa tarea.
Poco a poco, fue cambiando la situación de antaño y los religiosos del convento de San Pablo le invitaron a predicar en su iglesia. Se granjeó la admiración y cariño de los cordobeses, que aún siguen refiriéndose a él como “el padre Posadas”; y a la casita donde vivía, “el Hospitalico del P. Posadas”. Misionero popular, recorrió las ciudades y pueblos de Andalucía, predicando y propagando la devoción mariana del Rosario.
También fue el predicador de los grandes acontecimientos y fiestas de la ciudad. Desde 1674 hasta su muerte, residió en el “Hospitalico”, que estaba abierto a toda clase de personas, incluido el cardenal Pedro de Salazar, obispo de Córdoba, a quien sentaba en una silla de enea, disculpándose así: “Ya sabe vuestra eminencia que esta casa es pobre”.
De su producción literaria cabe destacar: Vida de santo Domingo (1701) y Triunfos de la castidad (1698).
La Vida de santo Domingo, más que una biografía histórica, es una autobiografía. El libro obtuvo una estupenda acogida, repitiéndose las ediciones una tras otra.
Triunfos de la castidad, es una rica polémica contra el quietismo, o más concretamente, como reza el título, contra la luxuria diabólica de Molinos. Miguel de Molinos había gozado en Roma de vasto prestigio como director de almas, y parejo éxito obtuvo su Guía espiritual (Roma, 1675). Pero contra su fama y su doctrina se alzaron voces de crítica teológica, que le condujeron a la cárcel de la Inquisición romana, y a una masiva condena pronunciada por el papa Inocencio XI el 20 de noviembre de 1687. Francisco de Posadas parte de las proposiciones de Molinos resumidas y condenadas en la bula Coelestis Pastor, y las va analizando y desmontando una por una. No se detiene a indagar el origen u objetividad molinosiana de esas proposiciones. Le basta saber que en el campo de la genuina piedad cristiana han hecho estragos. En Andalucía la Guía espiritual de Molinos tuvo un entusiasta propagandista, el arzobispo de Sevilla, Jaime Palafox y Cardona, que tuvo que retractarse.
El padre Posadas murió en el “Hospitalico” el 20 de septiembre de 1713, y la ciudad entera, con sus autoridades civiles y eclesiásticas, acudió a acompañar su cadáver procesionalmente a la iglesia de San Pablo, donde fue enterrado y donde yacen sus restos.