LA GRANDEZA INSUPERABLE DEL PENSAMIENTO CRISTIANO (sacado de Infovaticana)

by AdminObra

 “La Tradición no tiene edad. Es la modernidad lo que envejece” (Natalia Sanmartín Fenollera, “El despertar de la Señorita Prim”).

No. No hay error: el título habla de “pensamiento cristiano”, y la frase destacada en negrita habla de “Tradición”. Porque es el pensamiento tradicional cristiano el que es insuperable: en grandeza, en belleza, en profundidad… en Verdad. Por eso, nos parece bien hallada la composición fotográfica que ilustra el texto: cuatro grandes pensadores tradicionales católicos en plenos siglos XX y XXI.

Llevamos un tiempo muy agobiadas por los males que afligen a la Iglesia en el tiempo presente. El demonio quiere siempre desanimarnos, desesperarnos, oscurecer nuestras mentes. Pero Dios es Luz, y en Él no hay tinieblas (1Jn 1, 5). Así que, elevemos la vista del fango hacia la Verdad de Amor que es Dios y hacia las personas que, con inmensa caridad intelectual, nos ayudan a vivir en la Esperanza y la paz de Dios.

Comencemos aclarando conceptos: cuando hablamos de “Tradición” y “modernidad” no nos estamos refiriendo a etapas históricas que se hayan sucedido cronológicamente. Nos referiremos a “modernidad”, en palabras del P. Gabriel Calvo Zarraute, “no como periodo histórico, de la Edad Moderna; “modernidad” es distinto a la Edad Moderna. La “modernidad” tiene unas categorías de pensamiento, y éstas podrían reducirse, de forma genérica, al subjetivismo”. Asimismo, al hablar de “Tradición” lo haremos en mayúscula: es “la que viene de los Apóstoles y de lo que éstos recibieron de la enseñanza y del ejemplo de Jesús y lo que reveló el Espíritu Santo. Es distinta a las “tradiciones” (con t minúscula) teológicas disciplinares, litúrgicas o devociones nacidas en el transcurso del tiempo en las iglesias locales. Sólo a la luz de la gran Tradición aquellas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia» (Catecismo de la Iglesia Católica, #83).

Una vez aclarado esto, ahora que comienza el curso, vamos a lanzar dos propuestas: la primera, regocijémonos, alegrémonos en el pensamiento cristiano tradicional y en la Tradición, y formémonos. Son dos mil años de historia en que el Señor nos ha dado auténticos faros, hombres y mujeres de Dios cuyo pensamiento nos ayuda a orar y contemplar, a pensar, en la gran Verdad. Descubramos a estas personas y sus obras, antiguos y actuales, leamos sus obras, formémonos. Nos dará trabajo, sí, pero nos ayudará a crecer en amor a Dios, a la Iglesia y al prójimo. La segunda propuesta es un ejercicio casi de entretenimiento para reforzar la primera: con el fin de darnos realmente cuenta de la grandeza del pensamiento cristiano católico tradicional, hagamos un sencillo ejercicio de comparación entre “pensadores” modernos y pensadores tradicionales. ¿A qué autores podemos considerar “pensadores” hoy que no sean cristianos? ¿De qué “pensamiento” hablan? La mayoría lanza o bien consignas ideológicas sin más explicación que el puro eslogan, a las que le falta la capacidad de ser una explicación coherente del todo, que sólo la ofrece el cristianismo; o bien marxismo caduco, reconvertido en wokismo, que es una trampa mortal, como la experiencia demuestra; o bien son directamente ficción, entretenimiento, que no hace pensar, sino lo contrario: nos aparta del ejercicio de pensar. En “El despertar de la Señorita Prim”, nuestra novela preferida, encontramos la certera afirmación que “lo que el mundo llama literatura, San Ireneo lo llama perder el tiempo”. Sí, Natalia Sanmartín es una gran pensadora católica tradicional en nuestros días. Leámosla, escuchemos qué dice en las entrevistas; también al P. Castellani, a Juan Manuel de Prada y a John Senior, por mencionar solamente a los cuatro fantásticos que aparecen en la imagen que ilustra el texto. Pero hay más, gracias a Dios: muchos más; como decíamos, antiguos y actuales. Sólo formándonos en la gran Tradición de la Iglesia, el Magisterio y la Sagrada Escritura leída en la Iglesia, con la ayuda de los grandes santos y pensadores cristianos, y con ayuda de la Gracia en primer lugar, podremos caminar en la Verdad.

Y una breve reflexión final: ¿puede este volver a los grandes pensadores ser una manera de evangelizar a los católicos, en palabras de Scott Hahn? ¿y a los no católicos? Benedicto XVI siempre decía que “hay tantas maneras de ir hacia Dios como personas hay”. Y, gracias a Dios, muchas son las personas que se han convertido leyendo la Biblia o a grandes pensadores y teólogos, a místicos, que han comenzado leyendo para refutar el cristianismo y han acabado hincando las rodillas ante el Señor. Así que, sí, formarnos y dar a conocer en la medida de nuestras posibilidades el gran pensamiento tradicional cristiano nos ayudará en nuestra fe (no sea, como dice san Pablo, que por ayudar a los demás quede yo mismo descalificado) y puede ser una manera de acercar a otras personas a Dios. Pero no alberguemos esperanzas de éxito humano. Se trata de una empresa quijotesca, condenada a los márgenes y tal vez a la cancelación, como dice Juan Manuel de Prada; pero para algunos será la manera en que Dios quiere que hablen de Él.

Hagamos lo que hagamos, que sea todo a mayor gloria de Dios.

Filotea