1. San SIMFONIANO, mártir. Autun, Galia Lugdunense. Mientras era llevado al suplicio, desde la muralla de la ciudad era exhortado por su madre. (s. III).
2. San TIMOTEO, mártir. Roma. (303).
3. Beato TIMOTEO de MONTICCHIO, presbítero. Abruzzo. Franciscano. Insigne por la austeridad de vida y el fervor de su oración. (1504).
4. Beato TOMÁS PERCY, mártir. York. Decapitado durante el reinado de Isabel I por su fidelidad al papa. (1572).
5. Beatos GUILLERMO LACEY y RICARDO KIRKMAN, presbíteros y mártires. York. Condenados a muerte por haber entrado en Inglaterra como sacerdotes. (1582).
6. San JUAN WALL, presbítero y mártir. Worchester. Franciscano. Tras haber ejercido clandestinamente su ministerio durante más de veinte años, en tiempo de Carlos II, por el hecho de ser sacerdote fue ahorcado y descuartizado. (1679).
7. San JUAN KEMBLE, presbítero y mártir. Hereford. Ejerció el ministerio pastoral durante cincuenta años. Ya octogenario, fue ahorcado por ser sacerdote. (1679).
8. Beato BERNARDO PERONI, religioso. Piceno, Las Marcas. Capuchino. Célebre por su simplicidad de corazón, inocencia de vida y admirable caridad para con los pobres. (1694).
9. Beato ELÍAS LEYMARIE de LAROCHE, presbítero y mártir. Rochefort. Encerrado en una nave durante la Revolución Francesa. Murió de enfermedad en el cautiverio. (1794).
10. Beato SIMEÓN LUKAC, obispo y mártir. Stanislav, Ucrania. Durante un gobierno hostil a la fe, ejerció su ministerio escondidamente en favor de su grey hasta que lo mataron.
Hoy recordamos especialmente a San FELIPE BENICI
El hijo más ilustre y el más ardiente propagador de la congregación de los servitas en Italia nació en el seno de una noble familia de Florencia el 15 de agosto de 1233. A los 13 años fue a vivir a París a estudiar medicina. De París pasó a Padua donde a los 19 años obtuvo el grado de doctor en medicina y filosofía, regresando a su ciudad natal y ejerciendo por un año su profesión. Durante ese tiempo, estudió las Sagradas Escrituras y, frecuentaba las iglesias de su ciudad natal, especialmente La Anunciata, que estaba a cargo de la Orden de los Servitas (siervos de María), así llamados por la gran devoción que tenían a nuestra Señora, que allí era particularmente reverenciada.
Una epístola de la semana de pascua refiere que uno de los discípulos y diácono de la primitiva comunidad de Jerusalén, llamado FeIipe, recibió de Dios el encargo de acercarse al carruaje del mayordomo de la reina de Etiopía e intentar convertirla a la fe católica. Dijo el Espíritu Santo: «Acércate y sube a este carro».
Pues bien, estando Felipe Benicio, el l6 de abril de 1254, jueves de pascua, oyendo la misa conventual en la cercana ciudad de Fiésole, al proclamarse aquellas palabras: «Felipe, acércate y sube a este carro», tomadas de los Hechos de los apóstoles, interpretó que iban dirigidas a él. Y después en su casa, orando, tuvo una visión en medio de un éxtasis: vio venir a su encuentro a la Virgen, Madre de Dios, quien mostrándole el hábito negro de los servitas, le sonrió diciéndole: «Felipe, acércate y sube a este carro». Comprendió entonces que la reina del cielo lo invitaba a ponerse bajo su protección.
Ocultando su condición de noble y su profesión, Felipe pidió la admisión en Monte Senario y recibió de manos de San Bonfilio el hábito de los hermanos lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto, pedir limosna y algunas faenas duras y difíciles del campo. El santo se entregó por completo a dichas labores, orando incansablemente durante todas ellas. En 1258 fue enviado al convento de Siena, y durante el camino intervino en una polémica discusión sobre los dogmas de la fe, en la cual Felipe supo intervenir brillantemente aclarando y dando el verdadero sentido sobre lo dicho. Dos miembros de su congregación, que viajaban con él, dieron cuenta al prior general, quien al constatar la sabiduría del santo, lo ordenó sacerdote, y en 1262, fue nombrado maestro de novicios del convento de Siena, y Vicario asistente del prior general. En 1267, por voto unánime, el santo fue elegido prior general de la orden religiosa. Como primera labor, visitó todos los conventos de la orden que estaban en el norte de Italia invitando a las gentes a convertirse y someterse a la protección de la Virgen Madre. Luego, y al finalizar un intenso y largo retiro espiritual, San Felipe decidió visitar los conventos de Alemania y Francia.
En el Concilio de Lyon, San Felipe impresionó a todos por su sabiduría y don de las lenguas, don que fue utilizado por el santo para la conversión de los pecadores y reconciliación de los cismáticos de muchos lugares del mundo a donde iba a predicar el Evangelio; sin embargo, toda su fama no era suficiente para obtener la aprobación pontificia para la Orden de los Siervos de María.
En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina Santa Juliana, la cual fundó la tercera orden de las Siervas de María. El santo se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas al oriente, algunos de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe a Cristo.
Cuando comprendió que se acercaba la hora de su muerte, en el año 1285, San Felipe decidió retirarse descansar al convento más sencillo y humilde de la orden religiosa, donde pasó sus últimos días, orando y postrado ante la imagen de la Virgen María. Falleció durante el angelus vespertino.