EL CÍSTER (con motivo de la festividad de San Bernardo)

by AdminObra

A finales del siglo XI Cluny estaba en el apogeo de su poder. No era un poder de dominio, sino una especie de monopolio religioso. Cinco cluniacenses llegaron a ocupar el solio pontificio. Todos los monasterios estaban influenciados por Cluny.

Cluny no había degenerado, pero todo era demasiado homogéneo. Era una forma ideal de vida monástica, pero no “la” ideal. Así, a finales del siglo XI surgieron monasterios con otros caminos monacales: Fontévrault, Francia; Savigny, Normandía; Motevergine y Pulsano, Italia. Uno de estos cenobios era el de Cistercium o Cîteaux, fundado en Dijon.

Sus comienzos fueron modestos y llenos de dificultades. El abad, Esteban Harding estaba pensando cerrarlo justo cuando ingresó como novicio un joven noble borgoñés llamado Bernardo, con treinta compañeros. Desde entonces no cesaron los ingresos.

En 1113 se fundó la primera filiar, la Ferté; y en 1115, Claraval, que fue confiada al joven Bernardo en calidad de abad.

En 1119 Esteban Harding y Bernardo elaboraron los estatutos de la nueva orden que llamaron “Carta Caritatis” (la constitución del amor). Los confirmaría solemnemente el papa Eugenio III.

Las características de la orden cisterciense eran: rigurosa conducta de la vida y pobreza del monje singular; sencillez también en las iglesias. A las antiguas iglesias del Císter se las conoce aún por el coro cuadrangular, y en la falta de campanario.

Ni siquiera debían tener ventanas adornadas. Pero el monasterio poseía fincas agrícolas, que los propios monjes trabajaban.

La organización de la orden estaba basada, al estilo benedictino, sobre la abadía autónoma y vinculada al suelo.

Una novedad consistía en que los abades debían reunirse anualmente en un capítulo general, y el abad de Cîteaux enviaba todos los años visitadores que luego presentaban sus informes.

La piedad se distinguía sobre todo por su devoción a la Virgen María. Todas sus iglesias estaban dedicadas a la Virgen.

Una de las razones del prestigio y rápida difusión de la orden fue, además de la excelencia de sus estatutos, la poderosa personalidad de San Bernardo.