Hoy, 16 de agosto, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. San ARSACIO, eremita. Nicomedia. Abandonó el ejército y llevó vida eremítica en Nicomedia. Vaticinó la ruina de la ciudad. Murió mientras oraba. (358).
  2. San TEODORO, obispo. Sion, Suiza. Primer obispo de esa ciudad. Siguiendo el ejemplo de San Ambrosio, defendió la fe católica contra los arrianos y veneró las reliquias de los mártires de Agauno. (s. IV).
  3. San ARMAGILO, eremita. Bretaña. (s. VI).
  4. San FRAMBALDO, monje. Galia Cenomanense. Alternó soledad y vida cenobítica. (650).
  5. San ESTEBAN de HUNGRÍA, rey. Impulsó la propagación de la fe entre los húngaros; puso orden en la Iglesia de su reino. La dotó de bienes y monasterios. Fue justo y pacífico en el gobierno. (1038).
  6. Beato RADULFO de la FUSTAIE, presbítero. Rennes, Bretaña Menor. Fundador del monasterio de San Sulpicio. (1129).
  7. Beato LORENZO, “El Coracero”, penitente. Subiaco. Tras matar un hombre accidentalmente, decidió expiar su culpa con extrema austeridad y penitencia, viviendo solidariamente en la cueva de un monte. (1243).
  8. Beato ÁNGEL AGUSTÍN MAZZINGHI, presbítero. Florencia. Carmelita. (1438).
  9. Beato JUAN de SANTA MARTA, presbítero y mártir. Kioto, Japón. Franciscano. Mientras era conducido al lugar del suplicio predicaba al pueblo y cantaba salmos. (1618).
  10. Beatos SIMÓN BOKUSAI KIOTA, catequista, y MAGDALENA, su esposa; TOMÁS GENGORO y MARÍA, esposos; y JACOBO, su hijo, infante; mártires. Kokura, Japón. Fueron crucificados boca abajo. (1620).
  11. Beato JUAN BAUTISTA MÉNESTREL, presbítero y mártir. Rochefort. Durante la Revolución Francesa fue encarcelado en un barco prisión por ser sacerdote donde consumó su martirio cubierto de llagas podridas. (1794).
  12. Santa ROSA FAN HUI, virgen y mártir. Hebei, China. Llena de heridas por los seguidores del Yihetuan, fue arrojada, todavía viva, al río. (1900).
  13. Beata PETRA de SAN JOSÉ PÉREZ FLORIDO, virgen. Barcelona. Ofreció con alegría un cuidado asiduo a los ancianos abandonados y fundó la Congregación de Madres de Desamparados y San José de la Montaña, para atención de pobres. (1906).
  14. Beato PLÁCIDO GARCÍA GILABERT, religioso y mártir. Alicante. Franciscano. Martirizado por odio a la fe en España. (1936).
  15. Beato ENRIQUE GARCÍA BELTRÁN, diácono y mártir. Castellón. Capuchino. Martirizado durante la persecución religiosa en España. (1936).
  16. Beato GABRIEL SANCHÍS MOMPÓ, religioso y mártir. Valencia. Martirizado por odio a la fe. (1936).

 

Hoy recordamos especialmente a SAN ROQUE

San Roque nació en Montpellier, de una familia sumamente rica. Muertos sus padres, él vendió todas sus posesiones, repartió el dinero entre los pobres y se fue como un pobre peregrino hacia Roma a visitar santuarios.
Y en ese tiempo estalló la peste de tifo y las gentes se morían por montones por todas partes. Roque se dedicó entonces a atender a los más abandonados. A muchos logró conseguirles la curación con sólo hacerles la señal de la Santa Cruz sobre su frente. A muchísimos ayudó a bien morir, y él mismo les hacía la sepultura, porque nadie se atrevía a acercárseles por temor al contagio. Con todos practicaba la más exquisita caridad. Así llegó hasta Roma, y en esa ciudad se dedicó a atender a los más peligrosos de los apestados. La gente decía al verlo: «Ahí va el santo».
Y un día mientras atendía a un enfermo grave, se sintió también él contagiado de la enfermedad. Su cuerpo se llenó de manchas negras y de úlceras. Para no ser molesto a nadie, se retiró a un bosque solitario, y en el sitio donde él se refugió, ahí nació un aljibe de agua cristalina, con la cual se refrescaba.
Y sucedió que un perro de una casa importante de la ciudad empezó a tomar cada día un pan de la mesa de su amo e irse al bosque a llevárselo a Roque. Después de varios días de repetirse el hecho, al dueño le entró curiosidad, y siguió los pasos del perro, hasta que encontró al pobre llaguiento, en el bosque. Entonces se llevó a Roque a su casa y lo curó de sus llagas y enfermedades.
Apenas se sintió curado dispuso el santo volver a su ciudad de Montpellier. Pero al llegar a la ciudad, que estaba en guerra, los militares lo confundieron con un espía y lo encarcelaron. Y así estuvo 5 años en la prisión, consolando a los demás prisioneros y ofreciendo sus penas y humillaciones por la salvación de las almas.
Y un 15 de agosto, del año 1378, fiesta de la Asunción de la Virgen Santísima, murió como un santo. Al prepararlo para echarlo al ataúd descubrieron en su pecho una señal de la cruz que su padre le había trazado de pequeñito y se dieron cuenta de que era hijo del que había sido gobernador de la ciudad. Toda la gente de Montpellier acudió a sus funerales, y desde entonces empezó a conseguir de Dios admirables milagros y no ha dejado de conseguirlos por montones en tantos siglos.