HEMOS LEÍDO… “Sound of Freedom” destapó una pestilente cloaca

by AdminObra

La película Sound of Freedom –Sonido de Libertad– está haciendo furor en Estados Unidos. Sucedieron cosas increíbles: con un presupuesto de 14 millones de dólares el filme superó en la taquilla a Indiana Jones, que tuvo una inversión de casi 300 MDD. Pero lo más importante fue que la película abrió una pestilente cloaca que durante años estuvo oculta y que muchos no querían que se destapara: el tráfico de niños con fines de explotación sexual en Estados Unidos.

Está sucediendo en Norteamérica, en comunidades grandes y pequeñas, en grandes ciudades y en ambientes rurales. Se trata de una epidemia de compraventa de niños y niñas para ser tratados como juguetes sexuales; niños que son tratados como las drogas que se venden en el mercado negro, como si fueran objetos inanimados para placer del comprador. Es una industria que mueve 38 mil millones de dólares al año en un siniestro mercado que crece rápidamente también en otras partes del mundo.

Bandas que actúan con total impunidad

Niños y niñas son secuestrados en México por las mafias, incluso hay padres que venden a sus hijos para alimentar este negocio. El Valle de Vekol, al sur de Arizona, es el lugar por donde los grupos criminales transportan a los niños, y operan con total impunidad en territorio norteamericano. Jack Farmer, quien es uno de los expertos más importantes en inteligencia de antiterrorismo e investigación criminal, afirma que entre 2006 y 2012, fueron cruzados 75 mil niños desde México a Estados Unidos.

Los criminales proporcionan drogas y alcohol a los menores para someterlos a la pedofilia, hacerlos adictos y así poder controlarlos. Miles mueren cada año por abuso, tortura, enfermedades, abortos forzados o trauma. El 71 por ciento de ellos manifiestan tendencias suicidas. Esto a los clientes no les importa. Ellos pagan, en promedio, 100 dólares por estar media hora con una niña. Sin embargo, hay un mercado más sofisticado, de élite. Muy sonado fue el caso de Jeffrey Epstein, el magnate financiero y célebre depredador sexual que utilizaba niñas entre 4 y 12 años para llevarlas a Little Saint James Island y utilizarlas como objetos sexuales para influyentes personajes de la política, las finanzas y el espectáculo. Epstein estuvo en la cárcel hasta que lo hallaron sin vida. Se suicidó, según la versión oficial.

 

El ser humano convertido en un ser oscuro

Es impresionante cómo el ser humano puede llegar a perder su nobleza para convertirse en un ser oscuro, depredador, completamente insensible al sufrimiento de los demás –y sobre todo de los niños–, maniático sexual y bestia pervertida. ¿Cómo llegamos a abismos tan profundos de vileza? Al menos son dos factores han contribuido a la epidemia del tráfico de menores para explotación sexual: los estudios de Alfred Kinsey sobre la sexualidad y la plaga mundial de la pornografía.

Estudios torcidos sobre la sexualidad

Alfred Charles Kinsey (+1956) fue un pionero estudioso de la sexualidad en las décadas de 1940-1950, y él mismo se definió como pedófilo y sadomasoquista. Antes de esos años nada se había escrito sobre el tema de sexualidad y las personas vivían su vida sexual solamente inspirados por la ley natural, el sentido común y la Sagrada Escritura. En 1948, apoyado por la Fundación Rockefeller y Planned Parenthood, Kinsey publicó “El comportamiento sexual del hombre” y, en 1953, “El comportamiento sexual de la mujer”.

A partir de estos estudios sexológicos la gente empezó a discutir sobre sexualidad, sin saber que Kinsey era aficionado a la pedofilia y al sadomasoquismo. La sexualidad de los niños también fue explorada por Kinsey y con sus informes asentó las bases de lo que hoy es la educación sexual escolar. Hoy sus ideas se siguen propagando a través del Instituto Kinsey en Indiana. El resultado de toda esta visión torcida del sexo ha sido el masivo abuso de niños y el tráfico sexual infantil.

La pornografía es el segundo factor causante de la trata de menores. Hugh Hefner se había entusiasmado con los estudios de Kinsey sobre sexualidad y, creyendo que eran serios, publicó la revista Playboy en 1953. El tráfico humano con fines sexuales comenzó a aparecer con la revolución sexual de los años 60. En los años 70 la televisión por cable facilitó el consumo de pornografía, que creció mucho más con los reproductores VHS y beta. Después vino el DVD e Internet en los años 90, lo que provocó una adicción masiva. Hacia 2010 se habían acabado los tabúes, y ninguna forma de ejercicio de la sexualidad era considerada como desviación. Hoy la maestra número uno de sexualidad en el mundo, sobre todo para los jóvenes, es la pornografía. Es una verdadera droga altamente adictiva.

 

Nadie nace pedófilo

Quienes abusan de los niños es porque han desarrollado una fuerte adicción al porno que los hace pasar más y más tiempo viendo escenas eróticas, y que los incita a buscar materiales cada vez más estimulantes. Una persona que tenga esta adicción no debe sorprenderse si un día comienza a deleitarse con pornografía infantil. Ese suele ser un punto de partida para cometer abuso a menores o pagar al crimen organizado por estos servicios. La explotación sexual infantil se duplicó entre 2003 y 2006. Se volvió a duplicar entre 2006 y 2008. Y se duplicó una vez más entre 2009 y 2013.

Como católicos no podemos quedarnos de brazos cruzados ante la destrucción de tantas vidas inocentes. ¡Son pecados que claman al cielo! Debemos de ayudar a combatir el problema limpiando la misma Iglesia donde también se han cometido abusos sexuales. Pero también hemos de rechazar los estudios que Alfred Kinsey realizó, y aprender una visión más integral de la sexualidad que sea respetuosa de la naturaleza humana, que esté inspirada en la Palabra de Dios y en las enseñanzas de la Iglesia. Además, quien tenga adicción a la pornografía, debe luchar por erradicarla de su vida. De otra manera continúa alimentando al monstruo devorador de inocentes y se convierte en cómplice de la trata.
En un mundo tan enfermo de maldad, “Sound of Freedom” es una clara intervención de la Providencia divina que nos invita a despertar y a combatir por la belleza y la inocencia original de la creación de Dios.