Este domingo 23 de julio somos convocados a las urnas para expresar nuestro voto. De
tales elecciones surgirá el Parlamento, las Cortes y el Senado, que resumen la soberanía
popular. Y de ese Parlamento vendrá el respaldo al que será Presidente del Gobierno de
España durante los próximos cuatro años. Acontecimiento importante, para el que
pedimos a Dios su gracia y su ayuda.
Conviene acercarse a cada uno de los programas que presentan los diferentes partidos
políticos, para formarse un juicio concreto y votar en consecuencia. De entrada, hemos
de decir que ningún partido político se identifica plenamente con el Evangelio y todos y
cada uno recoge elementos de la enseñanza de Jesucristo en el Evangelio. Conviene que
los fieles cristianos conozcan la doctrina social de la Iglesia, que viene elaborada por los
principios evangélicos, la moral católica y su aplicación al momento presente, según las
necesidades que presenta la sociedad. La Iglesia es rica en doctrina social, porque busca
siempre el bien de la persona.
Qué elementos a tener en cuenta a la hora de votar. En primer lugar, ir a votar. Es un
derecho y es una obligación participar en los procesos electorales, como ciudadanos
responsables que viven hoy en esta sociedad. Nuestra participación en la vida social no
se reduce a emitir el voto o depositarlo en las urnas, pero ciertamente esta acción no debe
dejarse por pereza, por comodidad o por desinterés. El cristiano se siente ciudadano de
este mundo, y su compromiso cristiano le lleva a tomar opciones que construyen la
sociedad en la que vive.
Luego, además, hay muchos criterios a tener en cuenta a la hora de elegir una opción
concreta. A manera de referencia, señalo algunos:
La vida, la promoción de la vida, el respeto a la vida en todas las fases de su existencia.
Desde el momento en que la vida es concebida en el seno materno, la vida es sagrada,
porque es siempre un don de Dios. Trabajar en esa dirección, aunque no puedan cumplirse
todos los objetivos, dada la pluralidad de opciones que conviven en nuestra sociedad. A
eso se añade el problema de la baja natalidad, que va despoblando nuestro suelo y
haciendo que sean más los mayores que los niños. Programas que fomenten la vida y la
natalidad.
Y el respeto sagrado a la vida debe llevar a atender a los débiles, a los más vulnerables o
disminuidos, a las personas que afrontan una enfermedad incurable incluso en situación
terminal. Una sociedad mide su altura moral por la capacidad que tiene de atender a estas
personas. Introducir la “muerte digna”, esto es, matar al que sufre porque es más barato
que atenderle, es una grave degradación social, aunque lo pidiera el enfermo. Cuando un
enfermo es querido y atendido, no pide la muerte.
El nido de la vida es la familia, la unión del varón y la mujer abierta a la vida, que Dios
santificó desde el principio y que Jesucristo ha elevado a la categoría de sacramento. Ya
sé que muchos piensan otra cosa, y respeto a las personas sea cual sea su situación, pero
Dios tiene un plan para el hombre en la familia tal como Él la ha diseñado, y ahí está la
felicidad del hombre y de la mujer, y la armonía de la sociedad entera. No se trata de la
familia tradicional, sino de la familia según el plan de Dios, que no pasa de moda.
Analizar las propuestas de progreso social para todos, sin excluir a nadie. Y menos aún
sin excluir a Dios o no dejándole lugar. Dios es el mejor garante de los derechos y la
dignidad humanos. Prestar especial atención a todas las situaciones humanas de injusticia,
de marginación, de violencia, de respeto a la dignidad de la persona, del derecho al trabajo
digno, del derecho a la vivienda, del derecho a la educación según la elección de los
padres, del derecho a una sanidad para todos, y de la solidaridad con los más pobres de la
tierra, incluyendo a los emigrantes, que buscan una mejor situación y nos aportan tanto.
Y en el medio ambiente, amar y cuidar la naturaleza porque es obra de Dios creador para
el hombre, reconociendo en ella las huellas del Creador. No malempleando los recursos
naturales ni sometiendo a la creación a tortura o violencia, que contamina y mata.
Cuidemos todos la casa común, según la ecología integral de Laudato si´.
Y como postura final, aceptar el resultado como expresión de la voluntad de un pueblo.
Nos gusten o no, sean de los nuestros políticamente o no, aceptamos el resultado de las
urnas y nos disponemos a convivir y colaborar, respetando la autoridad de los que
gobiernen. Oramos por este momento importante de nuestra convivencia.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba