- Santos SINFOROSA y SIETE COMPAÑEROS, mártires. Roma. (s. IV).
- San MATERNO, obispo. Milán. Restituida la libertad de la Iglesia, trasladó con gran solemnidad desde Lodi a esta ciudad los cuerpos de los mártires Nabor y Félix. (s. IV).
- San EMILIANO, mártir. Bulgaria. Despreciando los edictos de Juliano, el Apóstata, y las amenazas de su vicario, derrumbó el altar de los ídolos para impedir los sacrificios, por lo que fue arrojado a un horno ardiente. (362).
- San FILASTRIO, obispo. Brescia. (397).
- San RUFILO, obispo. Emilia-Romaña. El primero que gobernó Forlimpopoli, y evangelizó a toda la población rural de los alrededores. (s. V).
- San ARNULFO, obispo. Metz. Consejero del rey Dagoberto, rey de Austrasia. Cargo al que renunció para abrazar la vida ermitaña en los Vosgos (640).
- Santa TEODOSIA, monja y mártir. Constantinopla. Sufrió el martirio por oponerse, como había ordenado el emperador León Isáurico, a que se arrojase una imagen de Cristo desde lo alto. (s. VIII).
- San BRUNO, obispo. Lacio. Trabajó y sufrió por la renovación de la Iglesia, y obligado a dejar su diócesis, encontró refugio en Montecasino, donde ejerció de abad temporal. (1123).
- Beato SIMÓN LIPCNICA, presbítero. Cracovia. Franciscano. Insigne por su predicación y por su devoción al nombre de Jesús, que, impulsado por su caridad, se entregó al cuidado de los apestados moribundos. (1482).
- Beato JUAN BAUTISTA de BRUSELAS, presbítero y mártir. Rochefort. Encarcelado en una nave destinada al traslado de esclavos, donde consumido de miseria y peste murió. (1794).
- Santo DOMINGO NICOLÁS DINH DAT, mártir. Tonkín. Fue forzado a renunciar a la fe y, después, tras crueles tormentos, consiguieron que pisase la cruz, aunque inmediatamente se arrepintió y, para expiar la culpa de su apostasía, escribió al emperador Minh Mang pidiéndole que le juzgasen de nuevo como cristiano, a consecuencia de lo cual fue estrangulado. (1859).
- Beata TARSICIA MACKIV, virgen y mártir. Ucrania. De la Congregación de Hermanas Esclavas de María Inmaculada. Durante la guerra mundial. (1944).
Hoy recordamos especialmente a SAN FEDERICO
San Federico de Utrecht, Obispo y Mártir, nació en esta misma ciudad a finales del siglo VIII. Fue educado por el obispo san Sigfrido, que una vez completados sus estudios eclesiásticos le ordenó sacerdote. A la muerte del santo prelado, tanto el clero como el pueblo decidieron que nadie como Federico sería capaz de seguir el camino emprendido por el obispo Sigfrido.
La humildad del joven clérigo fue el único obstáculo que tuvieron que salvar. Tuvo que continuar la moralización del clero, ardua y espinosa labor que había iniciado su predecesor. Especialmente en la isla de Walcheren (mar del Norte) habían llegado a la más burda inmoralidad. La tenacidad y sobre todo el buen ejemplo de Federico pudo más que la depravación.
Luchó también contra los arrianos de Frisia, que volvieron al seno de la Iglesia. El humilde obispo tuvo que sacar fuerzas de flaqueza y luchar en todos los frentes que tenía abiertos. Reprendió a la emperatriz Judit, segunda esposa del emperador Luis, por considerar incestuosa esta unión.
Un día en que estaba celebrando una misa de acción de gracias tras una visita pastoral por toda la diócesis, entraron en la iglesia dos asesinos que acabaron con él. Nunca se supo qué mano oculta movió a los verdugos.
Esto ocurrió el 18 de Julio del 838.