Además de los Sacramentos, son actos litúrgicos de la Iglesia los SACRAMENTALES. De algún modo contienen la presencia y la fuerza de Dios.
El Antiguo Testamento está sembrado de ritos que se adaptan a las variadas circunstancias de la vida del hombre. Dios protege a su Pueblo por medio de actos sorprendentes, pero también actúa en su favor por medios más suaves, en medio de las ocupaciones cotidianas y de los ritmos de las estaciones: son sus bendiciones.
Jesús adoptó estos ritos corrientes de la vida en su predicación y milagros: daba gracias por los alimentos, bendecía a los niños, asumía la fecundidad de la tierra, bendecía a sus discípulos.
Los Santos Padres aprovecharon esta abundancia de signos, que incorporaba la Creación a la Liturgia.
Al comienzo de la Edad Media, muchos de estos ritos que acompañaban a la celebración, o que la prologaban en la vida ordinaria, se llamaban indistintamente “sacramentos”.
Será Pedro Lombardo quien pida que algunos de ellos, como la “catequesis” o el “exorcismo” pasen a denominarse “sacramentales”, reservando “sacramento” para el septenario.
La sugerencia fue recogida por la tradición teológica, que pensará los sacramentales en relación con los sacramentos, pero teniendo cuidado de distinguirlos.
El Concilio Vaticano II nos ofrece una definición descriptiva muy completa: “La Santa Madre Iglesia instituyó además los sacramentales. Estos son signos sagrados que imitan en cierto modo a los Sacramentos, son signos de efectos sobre todo espirituales y se obtienen por impetración de la Iglesia. Por ellos los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las distintas situaciones de la vida”.
El sacramental es, como el sacramento, un SIGNO SAGRADO, acompañado de una oración en que se suplica algún beneficio, sobre todo espiritual (perdonar los pecados veniales, exorcizar los demonios…).
La principal diferencia es que el sacramental no ha sido establecido por Cristo, sino que deriva de la autoridad de la Iglesia.
Los sacramentales pueden hallarse dentro de la celebración de un sacramento (aspersión con agua bendita, o la imposición de ceniza), contribuyendo entonces a perfilar la forma de la liturgia.
Propiamente, se dice sacramental a la ACCIÓN RITUAL QUE CONSAGRA PERSONAS, OBJETOS O LUGARES; pero el término puede extenderse al efecto duradero de consagración.
Se puede así distinguir entre sacramentales transitorios (bendiciones), y sacramentales permanentes, como la consagración de personas (la monacal), cosas (vasos sagrados), o lugares (un templo, un altar).
¿De dónde le viene la eficacia al sacramental? Del mismo Cristo, no; pero se dona una gracia que va más allá de la dependencia del fiel; su eficacia le viene de la propia Iglesia que ha instituido estos ritos y los ha ligado al poder de su plegaria. En definitiva, la eficacia viene de la comunión de oraciones de la Iglesia que es santa y obra en unión con su Cabeza, Cristo Jesús.
Finalmente, los sacramentales proceden del sacerdocio bautismal, en cuanto que todo bautizado es llamado a ser bendición y a bendecir. Piénsese en el caso de los padres que bendicen a sus hijos, o la comida.
En suma, los sacramentales son expansiones del lugar que ocupan los sacramentos para llegar a todos los demás ámbitos de la vida y abrirlos a la relación con Dios.