Tal debe ser la última palabra al finalizar este mes de junio, la respuesta de nuestro corazón al llamamiento del más amante de los corazones.
Podríamos, ya, estar en disposición de consagrarnos a El para siempre diciéndole: HEME AQUÍ.
Todo el programa sobrenatural se encierra en esta frase.
Dichoso el que la medite. El que se la apropie. El que se deje inspirar por ella.
Desde la Encarnación hasta la Consumación de su vida en Cruz, nuestro Salvador no ha hecho otra cosa que traducir en acto este “Heme aquí”.
Toda la vida humana está calcada sobre la del Primogénito de entre las criaturas, Jesucristo nuestro Señor. A cada uno de nosotros, como a Jesús, ha trazado Dios su programa.
Si a cada una de esas manifestaciones de la Voluntad divina, imitando al Corazón de Jesús, sabemos decir como El, “heme aquí”, la paz llenará nuestra vida, la alegría colmará nuestro corazón, la felicidad eterna será nuestra recompensa.
Un corazón filial, plenamente sometido y abandonado a la voluntad de su Padre celestial, responde a todos sus quereres, condesciende a todos sus deseos, se entrega a todos sus designios con estas sencillas palabras.
No sabemos hasta qué punto agrada esta excelente disposición a nuestro divino Padre pues le roba el Corazón.