- San MÁXIMO, obispo. Turín. Primer obispo de esta sede. Buena doctrina. (408).
- San PRÓSPERO de AQUITANIA, monje. Versado en Filosofía y Letras, llevó con su esposa una vida íntegra y modesta, y habiendo abrazo la vida monástica en Marsella, defendió enérgicamente contra los pelagianos la doctrina de San Agustín sobre la gracia divina y el don de la perseverancia, asumiendo después en Roma el servicio de secretario de San León Magno. (463).
- San PRÓSPERO, obispo. En Reggio. (s. V).
- Santa TIGRIS, virgen. Saboya. Con gran celo propagó en este lugar de culto a San Juan, el Precursor. (s. VI).
- San MOLOC, obispo. En Rosemarkie, Escocia. (592).
- Santa OROSIA, virgen y mártir. Jaca. (714).
- San ADALBERTO, diácono y abad. Frisia. Ayudó a San Willibrordo en la evangelización de aquellos lugares. (s. VIII inc.).
- San SALOMÓN, mártir. Bretaña Menor. Mientras fue rey, instituyó sedes episcopales, amplió los monasterios y mantuvo la justicia, pero al ser capturado fue cegado y muerto en la iglesia por sus adversarios. (874).
- Beato JUAN, monje. Saboya. Llamado el “Hispano”. Escribió los estatutos para las monjas de la Cartuja. (1160).
- Beata DOROTEA de MONTAU, viuda. Prusia polaca. Al enviudar, vivió recluida en una celda junto a la catedral, entregada a la oración y a la penitencia. (1394).
- Beata MARÍA LHUILLIER, virgen y mártir. Laval, Francia. Recibida en la Congregación de Hermanas Hospitalarias de la Misericordia, durante la Revolución Francesa fue decapitada por mantenerse fiel a los votos religiosos. (1794).
- Santos DOMINGO de HENARES, obispo, y FRANCISCO DO MING CHIEU, catequista; mártires. Tonkín. El primero dominico. Predicó durante cuarenta y nueve años, y el segundo cooperó con él como catequista. Ambos fueron decapitados por su fe en tiempo de Minh Mang. (1838).
Hoy recordamos especialmente a SAN GUILLERMO
Guillermo nació en Vercelli, de una noble familia, hacia el año 1085. A los quince años se dedicó a recorrer los principales santuarios de Europa; entre ellos, Santiago de Compostela. Intentó, también, ir a Tierra Santa, pero fue disuadido por San Juan de Matera y por otra razón aún más contundente: una paliza propinada por unos ladrones. A raíz de ese desagradable incidente, se dirigió a Montevergine. Buscaba la soledad, y en ese lugar fundó, en 1128, la congregación benedictina de Montevergine. La regla que impuso a los monjes era muy austera: en las comidas no se permitía el vino, la carne, la leche y sus productos y, durante tres días a la semana, no había otro alimento que verduras y pan seco.
El monasterio que fundó fue erigido en un lugar despoblado a unos 1.300 metros al este de Nápoles llamado Monte Virgiliano. Allí practicó una vida eremítica durante algunos años.
Luego se le unieron algunos discípulos, entre ellos sacerdotes, que construyeron celdas y participaron de la edificación de una iglesia dedicada a la Virgen en 1124, y más tarde un monasterio al que Guillermo dio el nombre de Montevergine (Monte Virgen).
La afluencia de fieles fue ocasión para que los sacerdotes ejercieran su ministerio pero Guillermo, buscando la soledad, se alejó de Partenio hacia 1128. Se estableció en la llanura de Goleto en los límites de Campania y Basilicata. Allí comenzó una nueva experiencia monástica, un monasterio doble integrado mayormente por mujeres. Fundó otros varios de la misma regla, aunque tampoco en Goleto permaneció de forma estable ya que viajó a Apulia en varias oportunidades.
Guillermo Abad se caracterizó por establecer unas rigurosas reglas de convivencia en el monasterio: estricta penitencia, oración, meditación y el ejercicio de la caridad hacia los pobres. Así surge la Congregación Verginiana, que se reconocería oficialmente en 1126.
Es representado frecuentemente con hábito blanco, portando un báculo en su mano derecha, y con un lobo a sus pies. Según una tradición, un lobo devoró su asno y él lo reprendió, convirtiéndolo. Con variantes, el mismo tipo de relato se reiteró años más tarde con el lobo de Gubbio en las Florecillas de san Francisco. Se trata de ejemplos de la narrativa cristiana propia de la época, que presentaba a santos como Guillermo, Francisco de Asís o Antonio de Padua ejerciendo influencia sobre el comportamiento de los animales o sobre la naturaleza, probablemente como reflejo de las actitudes y de los idearios que ellos vivieron.
Murió en Goleto, hoy Sant’Angelo dei Lombardi, el 25 de junio de 1142.