- Santos QUIRICO y JULITA, mártires. En Turquía. (s. inc.).
- Santos FERREOL y FERRUCIO, mártires. En Galia Lugdunense. (s. IV).
- San SIMILIANO, obispo. En Nantes. Fama de gran confesor. (s. IV).
- San TICÓN, obispo. En la Isla de Chipre. (s. V).
- Santos ÁUREO, obispo, JUSTINA, su hermana, y COMPAÑEROS; mártires. En Maguncia. Mientras celebraban la Eucaristía fueron asesinados por paganos Hunos. (s. V).
- San AURELIANO, obispo. En Lyon. Nombrado vicario en la Galia por el papa Virgilio, fundó en su ciudad dos monasterios, uno masculino y otro femenino, a los que dio regla propia, en Arlés. (551).
- Beato CECARDO, obispo y mártir. En Toscana. Al frente de las sedes de Luni y Sarzana. Asesinado por unos obreros cerca de las canteras de mármol. (860).
- San BENÓN, obispo. En Sajonia. Depuesto de su sede y enviado al exilio por defender la unidad de la Iglesia y mantenerse fiel al Papa. (1106).
- Beato TOMÁS REDING, monje y mártir. En Londres. Cartujo. Reinando Enrique VIII, por mostrarse fiel a la unidad de la Iglesia fue encerrado y encadenado en prisión, donde murió consumido por el hambre y la enfermedad. (1537).
- Beato ANTONIO CONSTANTE AURIEL, presbítero y mártir. En Rochefort. Vicario parroquial. Durante la Revolución Francesa, por su condición de sacerdote, fue encarcelado en una vieja nave, donde, contagiado, mientras prestaba ayuda a sus compañeros de cautiverio, falleció. (1794).
- Santos DOMINGO NGUYEN, médico, DOMINGO NHI, DOMINGO MAO, VICENTE y ANDRÉS TUONG, agricultores; mártires. En Tonkín. Arrestados por su fe, víctimas de torturas, finalmente decapitados. (1862).
- Beata MARÍA TERESA SCHERER, virgen. En Schwyz, Suiza. Primera superiora de la Congregación de Hermanas de la Caridad de la Santa Cruz. (1888).
Hoy recordamos especialmente a SANTA LUTGARDA de TONGRES
Nació en Tongres, Bélgica, en 1182.
Su educación fue confiada a las monjas benedictinas del monasterio de Santa Catalina de Saint-Trond.
Llegada la adolescencia, en 1197, optó por profesar como monja benedictina.
Entregada por completo a la vida de oración, el Señor la recreó con notables carismas. Fue una de las granes místicas del siglo XIII, junto con Santa Gertrudis y una de las primeras propagadoras de la devoción al Corazón de Jesús.
En 1204, las monjas la eligieron abadesa del convento. Pero ella deseaba una observancia muy estrecha de la Regla, por lo que obtuvo licencia para pasarse al monasterio cisterciense de Nuestra Señora, de Awieres. Allí continuó siendo agraciada con evidentes experiencias místicas centradas en la humanidad de Cristo y muy concretamente en la devoción al adorable Corazón de Jesús.
Murió santamente en 1246.