- Santa PETRONILA, virgen y mártir. En Roma. (s. inc.).
- San HERMIAS, soldado y mártir. En el Ponto. (s. III).
- Santos CANCIO, CANCIANO y CANCIANILA, mártires. En Aquileya, Venecia. Detenidos mientras huían en un carro. (s. IV).
- San SILVIO, obispo. En Toulouse. (s. V).
- Beato JACOBO SALOMINI, presbítero. En Forlí. Siendo aún adolescente, fallecido su padre e ingresada su madre en las monjas cistercienses, distribuyó sus bienes entres los pobres e ingresó en los dominicos, donde resplandeció durante cuarenta y cinco años como amigo de los pobres y hombre de paz, y dotado de insignes carismas. (1314).
- Beata BAUTISTA VARANO, abadesa. En Las Marcas, Italia. Abadesa en el monasterio de las clarisas fundado por su padre, donde experimentó grandes tribulaciones y místicas consolaciones. (1524).
- Beatos ROBERTO THORPE, presbítero, y TOMÁS WATKINSON, mártires. En York. Condenados a muerte por Isabel I, el primero por ser sacerdote y el segundo, padre de familia de edad avanzada, por haber prestado muchas veces ayuda a los sacerdotes. (1591).
- Beato NICOLÁS BARRÉ, presbítero. París. Siendo maestro de teología y célebre educador de las almas, instituyó las Escuelas Cristianas y de Caridad, así como el Instituto de Hermanas del Niño Jesús, para impartir educación gratuita a los hijos de pobres
- Beato MARIANO DI NICOLANTONIO de ROCCACASALE, religioso. En Roma. Franciscano. Cumpliendo su oficio de portero, abrió la puerta del convento a los pobres y a los peregrinos, a quienes con caridad atendía en todo. (1886).
- San NOÉ MAWAGGALI, mártir. En Uganda. Servidor del rey. Rehusó huir cuando empezó la persecución. Ofreció su pecho a las lanzas, seguidamente lo colgaron de un árbol. (1886).
Hoy recordamos especialmente a SAN FÉLIX de NICOSIA
San Félix (en el siglo, Filippo Giacomo Amoroso) nació en Nicosia el 5 de noviembre de 1715. Su padre era zapatero remendón y él mismo trabajó desde joven en una zapatería. Muy piadoso y religioso desde su infancia, aspiraba a la vida religiosa y, cuando murieron sus padres, acudió a los capuchinos solicitando el ingreso, pero no fue admitido. Perseveró en su pretensión durante años hasta que fue admitido en 1743 en el convento de Mistretta, donde hizo la profesión religiosa como hermano lego y tomó el nombre de fray Félix de Nicosia.
Enviado al convento de Nicosia, acompañó primero al hermano limosnero por las calles de la ciudad y luego fue hortelano, cocinero, zapatero, enfermero, portero y sobre todo, durante más de cuarenta años, limosnero, oficio éste que le permitió ponerse en contacto con mucha gente a la que edificó e hizo mucho bien. Su exquisita espiritualidad y grandes virtudes, como la humildad, la mansedumbre, la caridad, atrajeron hacia él la atención de los fieles, que se encomendaban a sus oraciones y decían recibir de Dios por medio de ellas grandes favores, incluso milagros. El guardián del convento sometió muchas veces a prueba su obediencia y humildad, comprobando que fray Félix era en efecto tan santo como parecía. Llevaba una vida austerísima, con grandes ayunos y mortificaciones. Devotísimo de la eucaristía, se pasaba no pocas horas de la noche ante el sagrario, y era asimismo muy fervorosa su devoción a la Virgen María.
Lleno de méritos murió en su convento de Nicosia el 31 de mayo de 1787.