Hemos concluido la parte moral de nuestra presentación. Con el don de consejo ponemos punto final al aspecto práctico que significan en nuestra vida los dones de temor, piedad, fortaleza y consejo. Todos ellos constituyen una especie de intendencia destinada por el Espíritu Santo a poner paz en nuestro mundo interior.
CIENCIA
La obsesión que se experimenta por las criaturas hace necesario el don de ciencia: vemos las cosas de este mundo, pero no a Dios, y nos sentimos atraídos por ellas, y tentados de abandonar la contemplación divina. No podemos explicar nada al margen de Dios.
El Espíritu Santo ve peligrar nuestra fe a causa de estas obsesiones de fascinación y de buenismo. Desea liberarnos y lo hace a través del don de ciencia. Ésta es la razón de su existencia: la de hacernos concebir una idea adecuada sobre las criaturas con objeto de que no supongan una traba, y a fin de que no obstaculicen nuestra fe, sino que sean un apoyo para ella.
ENTENDIMIENTO
Es distinto del anterior. Ambos responden a diferentes dificultades de nuestra fe.
Nuestra fe, que es la convicción de las cosas divinas infundidas en nosotros de un modo sobrenatural, está enraizada en la razón que tiene en las criaturas su objeto natural y que puede elevarse hacia Dios. Pero necesita una perfección que se la da el don de ciencia anteriormente visto.
Para no quedarnos en la superficie del misterio necesitamos un refuerzo. El don de entendimiento es el sentido de lo divino, captado no en las criaturas, como hace la ciencia, sino en la revelación y en la doctrina de la Iglesia, que son ambas como una irradiación de Dios. El Espíritu Santo comunica una participación de su inteligencia y de su poder de comprensión a toso lo que forman un solo espíritu con El por el amor; no se revela de nuevo, sino que hace brillar con luz nueva lo que ya ha sido revelado.