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No disponemos de datos bíblicos que ponga en boca de Jesús la institución de este Sacramento, no obstante, sí poseemos dos citas neotestamentarias que sí nos hablan de la unción con aceite a los enfermos. Una, está recogida en el Evangelio de San Marcos (Mc 6, 13), que nos relata como los discípulos uncían con óleo a muchos enfermos; la otra, está contenida en la Carta de Santiago (Sant 5, 14-15), que nos transmite el testimonio de como la primitiva comunidad cristiana y, en concreto, los presbíteros debían ocuparse de este ministerio de asistencia a los enfermos.
Gracias que confiere:
- PRESTA ALIVIO AL ENFERMO EN SU ENFERMEDAD: clásicamente se consideraba un “efecto secundario” pues en rigor es un sacramento que viene en ayuda de quien está enfermo que podría ayudar a recuperar la salud, que sería la gracia propia del sacramento. Además, este este encuentro personal con Cristo comunica al enfermo una serenidad psicológica y una paz del espíritu que puede coadyuvar a recuperar la salud.
- AYUDA EFICAZ PARA LA SALVACIÓN: normalmente, se administra junto con otro sacramento como es la Comunión, Viático, preparando el “último viaje” para quien inicia el tránsito hacia la vida eterna. Por ello, debe ir precedido, si es posible, de la confesión sacramental.
- PERDONA LOS PECADOS: si no se ha tenido posibilidad de confesarse. En todo caso, favorece la contrición de forma que el enfermo puede arrepentirse y con profundo dolor de los pecados que haya cometido y confesado. Es como una “consumación” del sacramento de la Penitencia y de toda la vida cristiana que debe ser penitencia perpetua.
- UNIÓN CON LA PASIÓN DE CRISTO: asocia a la obra redentora de Cristo. Sobrenaturaliza su estado y se fortalece contra la tentación de juzgar su situación como un derrumbe de la existencia, tentación que puede agrandar el instigador del mal, el Diablo. Es una ayuda para vencer a Satanás que quiere desesperarnos.