Nadie, pues, imagine, como ciertos falsos iluminados, que María, por ser criatura, es impedimento para la unión con el Creador. No es ya María quien vive, es Jesucristo solo, es Dios solo quien vive en Ella.
La transformación de María en Dios excede a la de San Pablo y otros santos más que el Cielo se levanta sobre la tierra.
Sólo para Dios nació María, y tan lejos está de ¡retener! consigo a las almas que, por el contrario, hace que remonten hasta Dios su vuelo, y tanto más perfectamente las une con El, cuanto con Ella están más unidas.
María es eco admirable de Dios, que cuando se grita: María, no responde más que: Dios; y cuanto con Santa Isabel se la saluda bienaventurada, no hace más que engrandecer a Dios.
Si los falsos iluminados, de quienes tan miserablemente ha abusado el demonio, hasta en la oración, hubieran sabido hallar a María y por María a Jesús y por Jesús a Dios, no hubieran dado tan terribles caídas.