5 excusas comunes a la hora de discernir la vocación. Conócelas ¡y di adiós a las tentaciones!
El momento en el que nos ponemos a pensar y rezar «¿a qué me llama Dios?» puede parecer intimidante. Sin embargo, descubrir la vocación que Dios ha pensado para cada uno de nosotros, es algo maravilloso.
Maravilloso… pero eso no implica que a veces cueste decir «sí». Sabemos que si respondemos afirmativamente, seremos muy felices. Pero sucede que nos entran dudas, preocupaciones… y a veces estas se convierten en excusas.
Quiero hablarte de 5 excusas frecuentes, que son 5 tentaciones frecuentes que conviene identificar para darles una respuesta sobrenatural.
1. «Veré si con el tiempo sigo sintiendo o pensando igual»
Si bien el discernimiento lleva tiempo y hasta es lo prudente, no puede darse de manera indefinida.
«Si se entiende bien lo que supone descubrir la vocación, es decir, conocer el designio de Dios para nuestra vida, lo propio no es la espera, sino la esperanza», escribe Alfonso Aguiló en su libro «La llamada de Dios».
Unas líneas después, escribe:
«Dios puede tener prisa. Con el frío, muchas plantas se hielan y así pasa con tantas vocaciones que dejan pasar el tiempo sin responder a Dios. Si lo consideramos en el silencio de la oración, quizá encontremos que los tiempos de Dios implican un sentido de urgencia. (…) No es cuestión de meter prisa a nadie, sino de asegurar que con el paso de los días y los meses y quizá los años no estamos dejando pasar nuestra hora. Hay que pensar las cosas con calma, pero sin eternizarse en la respuesta»
Piensa en los apóstoles: Simón y Andrés escucharon la llamada de Jesús y le siguieron, abandonando las redes «inmediatamente». Juan oyó al Bautista señalarle al Cordero de Dios, y fue junto a Él «inmediatamente». Mateo vio que el Señor le invitaba a seguirle, y abandonó la mesa de impuestos «inmediatamente».
2. «La vocación me queda grande»
Como escribió Chesterton, «la mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta». Si vemos un camino vocacional frente a nuestros ojos y no nos damos cuenta de que es algo «grande», posiblemente no lo hemos comprendido del todo.
Es decir, es normal sentir miedo o pensar «esto es mucho, es muy importante, es muy grande». ¡Bien! Significa que tienes la suficiente vida interior como para comprender que los caminos de Dios, todos, son una belleza, un privilegio, un don, una responsabilidad.
Y ¡bien! Significa que eres normal. Si de pronto vieras que Dios te llama con una vocación específica y esto no te asusta… puede ser que desconozcas todo lo que implica o puede ser que se haya colado la soberbia que nos hace creer que todo lo podemos mediante nuestros talentos o fuerzas.
Por último, ¡bien! Significa que has comprendido que Dios no da – a nadie – poca cosa. Él repartió 10 talentos, 5 talentos, 1 talento… pero a cada uno según su capacidad. Seguro cada uno sintió miedo, pero solo uno tuvo tanto miedo que escondió el don recibido y no pudo participar del «gozo de su Señor».
Si Dios te da un don y sientes miedo, no significa que eres poca cosa o no tienes lo necesario para corresponder. Significa que recibes algo increíble y que, donde acaben tus fuerzas, Él sumará las suyas.
3. «Esto es entusiasmarme demasiado»
Puede ser que luego de encontrar una institución de la Iglesia que se ajuste a nuestro carisma, nos emocionemos, queramos participar más de sus actividades o espacios de formación… y de pronto, puede ser que surja la pregunta «¿y si es aquí el lugar al cual Dios me llama… para siempre?».
Puede asustar y es natural, porque todos los «siempre» intimidan un poco. Todo lo que es «por completo», puede dar un poco de susto. Pero «todo y para siempre» es la única manera de ser plenamente felices.
Ahora, la preocupación «me gusta mucho este carisma, quiero darme por completo a Dios desde aquí… ¿pero será un entusiasmo pasajero?» es válida. Pero no puede ser ni determinante ni algo que nos retenga.
Es decir, sentir entusiasmo no significa que «ahí es». Pero sentir entusiasmo tampoco implica necesariamente que «tal vez entonces por ahí no es».
En la oración, en el discernimiento y con el acompañamiento espiritual podremos identificar mejor nuestros sentimientos y qué tienen que ver con nuestra vocación, con lo que Dios tiene pensado para nosotros.
4. «Necesito más experiencias, para comparar mejor»
La vocación no es una cuestión de una acumulación de experiencias. De hecho, hay muchas personas que van saltando de una espiritual o congregación a otra, de un proceso vocacional a otro… y siguen sin «convencerse» de cuál es el mejor lugar para ellos.
Lo mismo una persona que cambia de pareja y no deja de preguntarse «¿Y si anda por ahí alguien que sea más adecuada para mí? ¿Cómo sé si estoy comprometiéndome con la persona correcta?».
Dios llama a todas las edades, en todas las circunstancias. Existe una riquísima diversidad de historias que sirven de testimonio de esto.
Lo importante no es la cantidad de experiencias y conocimiento, como dije. Lo que sí importa es la madurez en el trato con Dios, que permite identificar lo que Dios nos pide y conducirnos hacia esa dirección.
5. «Si le comento a mi director espiritual, querrá convencerme de seguir una vocación»
La respuesta que Dios espera de nosotros es… nuestra. Para entregarla, hemos de darla libremente. Por lo tanto, el discernimiento es personal.
Sin embargo, muchas veces, desde fuera se ve mejor algunas cuestiones que, por tenerlas tan de frente, quizás no estamos dimensionando o comprendiendo.
No se trata de consultar con todo el mundo, pues eso podría llevar a mayores confusiones o a acabar escuchando al «mal pastor». Pero un director espiritual o una persona con profunda vida espiritual, que nos conozca bien, podrá ayudarnos a reflexionar sobre las luces que vamos viendo en la oración.
No significa que «desde fuera se ve mejor la vocación» de otro, pero sí, de atemperar impulsividad o de poner más pilas a la pasividad; de ayudarnos a identificar el origen de nuestras disposiciones o de nuestras reticencias; de mostrarnos cómo purificar la rectitud de intención; de apoyarnos para reconocer si nuestras condiciones son más idóneas para uno u otro camino, una u otra institución de la Iglesia, etc.
Puedes asustarte y pensar «es que si hablo del tema, no hay vuelta atrás, mi director espiritual ya no me dejará en paz». Pero tranquilo: en primer lugar, quien te conoce, te quiere y solo quiere lo mejor para ti. ¿Serviría de algo «forzarte» a uno u otro camino? No. No sería bueno para ti, ni para quien te acompaña, ni para la Iglesia.
Segundo lugar, olvida ese «no me dejará en paz». Ten seguridad de que ver y corresponder a la propia vocación… ¡es el único camino para encontrar, abrazar y no perder la paz!