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Los Evangelistas no se contradicen. Narran momentos y acciones distintos. El caso es que ninguno refiere la totalidad de los hechos.
Muestra de ello es que, con relación a las distintas Apariciones, parece que no existe CONTRADICCIÓN, sino más bien SELECCIÓN. La prueba es que, aun sumadas en conjunto, no relatan todas las Apariciones de Cristo resucitado.
Por ejemplo, San Pablo nos transmite la noticia de dos Apariciones que no están en ninguno de los cuatro Evangelios: al Apóstol Santiago y a un grupo de “más de quinientos hermanos, muchos de los cuales viven todavía, otros, sin embargo, murieron” (1Cor 15, 5-6). Es decir, que entre el año 55-56, en que se escribe esta Carta, todavía vivían muchos de aquellos quinientos.
Asimismo, dado que San Pedro pone como condición para el sucesor de Judas que “sea testigo de la Resurrección”, se supone que también a Barsaba y Matías se les habría aparecido (Hch 1, 21-28).
Finalmente, esta falta de concordancia entre los cuatro Evangelistas y San Pablo no despertó sospecha alguna en las primeras comunidades cristianas, lo que muestra la veracidad de lo narrado. Esas comunidades conocían el “género literario” de la Escritura y sabían que los datos concretos no interesaban tanto como el hecho en sí mismo, que ellos conocían por propia experiencia o que habían oído narrar a los testigos oculares.
Y los cristianos de “segunda generación” preguntarían detalles a los Apóstoles y demás testigos de cómo habían vivido la Resurrección y sus reacciones personales. Pero les interesaba más el hecho en sí. Y estos se las contaban haciendo retro-interpretaciones de las experiencias reales vividas por cada uno de ellos.
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