Continuando…
Por la sucesión que tuvieron lugar las Apariciones es imposible, o muy difícil, ordenarlas en el tiempo: no sabemos si, como relata San Juan y San Marcos, primero fue a María Magdalena (Jn 20, 11-18; Mc 16, 9-10) o al grupo de las mujeres, como constata San Mateo (Mt 28, 9-10), o si fue a San Pedro, tal como parece que aseguran San Lucas y San Pablo (Lc 24, 34; 1Cor 15, 4).
Finalmente, los relatos tampoco concuerdan en cuanto al lugar en que acontecieron las Apariciones, pues, mientras San Mateo dice que fueron a Galilea (Mt 28, 7), según los demás Evangelistas parece que tuvieron lugar en Jerusalén y en el camino de Emaús (Lc 24, 15-31; Mc 16, 12).
Ante esta falta de concordancia en el relato de las circunstancias de un hecho de tal importancia, un historiador sentiría la tentación de “negarlo”, pues estas diferencias le harían creer que se encontraba ante una fábula amañada. Ahora bien, PRECISAMENTE, algunas circunstancias ayudan a esclarecer el tema.
- Hay divergencias respecto a las “circunstancias”, pero no dudas respecto al HECHO REAL Y CONCRETO: los cuatro Evangelios son contundentes al afirmar, con rotundez y sin dejar espacio alguno a la duda, que JESÚS HA RESUCITADO. Y es más de admirar por cuanto la resurrección de los muertos era una realidad inimaginable tanto en la cultura griega desde Homero e incluso en el ámbito del judaísmo.
En consecuencia, ante el hecho de la Resurrección de Jesús, la actitud de los discípulos sufre un cambio SUSTANCIAL: la desilusión y el miedo se mudan en la ALEGRÍA y la AUDACIA.
Seguiremos…