HOY DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

by AdminObra

Desde la reforma litúrgica de Pablo VI, en la liturgia de la “Domenica in Palmis de Passione Domini” –como es designado este domingo- no existen ya dos celebraciones cerradas y yuxtapuestas.

Es verdad que existen la procesión y la misa, pero ya no son dos partes independientes sino elementos de un todo. De hecho, ni la procesión tiene un final ni la misa tiene un principio, pues la procesión desemboca en la misa y ésta no tiene un rito de entrada distinto de la procesión.

Se han entregado así dos tradiciones: la de Jerusalén y la de Roma.

Procesión: comienza el rito con la bendición de los Ramos; sigue la lectura del Evangelio que relata la entrada de Cristo en la Ciudad Santa y termina con la Procesión o con una entrada solemne. Se ha simplificado la bendición de los Ramos y se ha dado mucho más realce a la procesión, poniendo de manifiesto, además, que no se trata tanto del simbolismo de las “palmas” cuanto de “rendir homenaje a Cristo, Mesías-Rey”, imitando a quienes lo aclamaron como Redentor de la humanidad. De hecho, éstas son las ideas que retornan una y otra vez a los textos.

Eucaristía: la procesión tiene como meta, ritual y mistérica, la celebración de la Eucaristía, ya que en ella se reactualiza el sacrificio de Cristo. La entrada de Cristo en Jerusalén tenía la finalidad de consumar su Misterio Pascual. La liturgia de la misa insiste en los aspectos de “Pasión” y “Pascua”. El primero queda expresado, sobre todo, en la lectura de la Pasión según San Mateo; al segundo, se refieren la colecta, las oraciones sobre la ofrenda y postcomunión, la segunda lectura y el prefacio.

El “Domingo de Ramos en la Pasión del Señor” inicia la Semana Santa, semana que se orienta a conmemorar la Pasión de Cristo desde su entrada como Mesías en Jerusalén. La Semana Santa se inaugura con una “entrada” de la Iglesia peregrina, acompañando a Cristo que va a padecer; y termina con otra “entrada”: el paso de la muerte a la vida, que acontece durante la Vigilia Pascual. Una y otra testimonian la participación de la Iglesia en los misterios que ellas significan.