El Gnosticismo es, posiblemente, la más venenosa de las heterodoxias contra las que se tuvo que batir el cristianismo en los primeros tiempos.
Su peligrosidad estribaba en su contenido y en su difusión a lo largo de todos los puntos donde se iban creando comunidades cristianas y en su dilatación el tiempo, pues durante tres siglos, desde el II hasta el V no se debilitó su seducción.
Con el concepto “gnositicismo” (=conocimiento) nos referimos a una serie de doctrinas diversas, pues había muchas sectas gnósticas, cada una con su propio sistema explicativo. Pero tenía un tronco común.
Así, todas intentaban dar respuesta a la necesidad de SABIDURÍA y REDENCIÓN (tan angustiosa en los últimos tiempos del helenismo) en base a un sistema doctrinal, cuyo CONOCIMIENTO DABA YA UNA ESPECIE DE SALVACIÓN. Este sistema lo elaboraba un individuo particular, ILUMINADO presuntamente por una CHISPA DIVINA que le permitía descubrir el verdadero camino de la sabiduría y redención, y comunicárselo a los demás para que, como ELEGIDOS, pudieran salvarse. El problema, entre otros, era que usaba un ropaje cristiano y con la pretensión de representar el verdadero mensaje salvador de Jesucristo.
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