De San Policarpo se conserva una carta a la comunidad de Filipos, pero sobre todo nos ha llegado un testimonio muy valioso sobre su martirio.
Así, el obispo de Esmirna, como antes había hecho su querido San Ignacio de Antioquía, dio su vida como testigo de Jesucristo, a una edad muy avanzada, a los 86 años.
Esto se sabe porque la comunidad de Esmirna escribió una carta a una comunidad cercana para narrarles el heroico martirio de su obispo.
Esa Carta fue muy importante en la literatura martirial de la época. Y sabemos cómo se enfrentó a la muerte nuestro santo. En la Carta aparece como el mártir se ofrece como supremo testigo de Cristo, participando del cáliz del Señor, venciendo al Diablo, y recibiendo de manos del Señor la corona de la gloria.
San Policarpo fue un modelo acabado de cómo podían llegar a ejercer su ministerio los obispos que guiaban a las comunidades de Asia: velando por la sana doctrina y la verdadera Tradición, alimentado a su pueblo con las enseñanzas de los Apóstoles y, llegado el momento, dado la vida por fidelidad y amor al Señor frente a las amenazas del poder.
A partir de mañana, veremos la literatura APÓCRIFA, tema bastante enjundioso.