Nos pide Jesús que le ofrezcamos nuestros corazones, y para que estemos unidos íntimamente a El y vivamos de su vida, se nos da en la Eucaristía.
Es el alimento que nos sostiene en nuestra marcha a la eternidad. Pero este alimento de vida eterna requiere que nuestras vidas estén orientadas sobrenaturalmente.
Orientar nuestra vida sobrenaturalmente es una necesidad de primer orden y, no obstante, a pocos preocupa. Por eso se dejan llevar por mil impresiones y mil corrientes que fascinan y arrastran. Que un cristiano abandone su vida a la ventura es incomprensible.
Tenemos como estrella polar en el cielo al Corazón de Jesús, que se llama a sí mismo “estrella brillante”. Hemos de dirigir nuestras miradas hacia El.
Orientar nuestra vida hacia el Cielo es dirigir la mirada del alma hacia el Señor antes de empezar alguna obra, para inspirar en El mis decisiones y actos. Es caminar en la verdad.
Amemos con todas nuestras fuerzas a nuestro Salvador, orientando hacia El nuestros ojos y nuestro corazón.