32. SAN AGUSTÍN de HIPONA – III

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Con los maniqueos pretendió encontrar una sabiduría puramente racional y sin dependencia de estructura jerárquica o autoridad alguna, aunque también se decepcionó cuando vio que los maniqueos no eran capaces de satisfacer su sed más profunda de respuestas.

Con esta sed marchó a Roma en el 383, buscando una buena colocación como brillante profesor de retórica, y con ella seguía cuando llegó a Milán.

En esta ciudad asimiló las profundas doctrinas de los filósofos neoplatónicos, y volvió a acercarse a los cristianos, gracias a la labor de su magnífico obispo, San Ambrosio, y a las sabias enseñanzas del sacerdote Simpliciano.