También es venerable la tradición de la misión apostólica de Santiago, quien habría llegado al noroeste peninsular sirviéndose de las rutas marítimas que unían Palestina con Iria Flavia, antes de que, volviendo por Caesaraugusta, sufriera martirio en Jerusalén.
Además de estas tradiciones, ha indicios de que numerosos evangelizadores procedentes del África romana desempeñaron con gran fruto su misión.
El cristianismo entró muy pronto en la península a lo largo del siglo I, al igual que lo hizo el judaísmo, traído a Hispania en la misma época por miembros de la diáspora originada tras la primera guerra judía.
Las tensiones con la sinagoga, como en muchas otras provincias del Imperio, aparecen desde muy temprano.
En el Concilio de Elvira, celebrado en torno al 300, que es, además, el más antiguo de entre los de carácter disciplinario de la iglesia latina, se disponen numerosas indicaciones para el trato con los judíos, además de las más conocidas sobre el culto, la penitencia, el matrimonio, o el celibato eclesiástico.