Vamos de paso. Somos pasajeros. Nuestro camino llegará a su término.
Salimos de Dios. Volveremos a El.
Es bueno meditar estas certezas. Y nos aferramos tanto a este “terruño”.
Somos viajeros del tiempo a la eternidad. Dejemos pasar lo que pasa, y no nos apeguemos sino a lo que es eterno.
Habría que pasar haciendo el bien. Habría que levantarse todos los días con intención de sembrar para hacer el bien. Sembrar para la eternidad.
Aquí, abajo, es tiempo de sembrar. Como sea la semilla, tal será la siega.
La clave es servir a Dios fielmente: amando a mi prójimo, sirviendo a Dios fielmente, desempeñando mis deberes.
Todos los actos que practicamos durante la vida pueden tener consecuencias eternas. No hay una sola acción que deje de tener su mérito, su premio de eternidad.
Pero somos tan inconsecuentes que aun vivimos sin seriedad corriendo hacia la muerte con superficialidad.