En la obra que empezábamos a comentar ayer de Clemente Alejandrino, el “Protéptico”, se le da la máxima importancia a Cristo como “Logos”, el verdadero Maestro, el verdadero “filósofo”. Cristo, Maestro y “Logos”, que llama a la conversión y al discipulado.
Una vez convertido el corazón, debe impregnarse toda la vida de la “nueva sabiduría”, de la “nueva racionalidad” que enseña el “Logos”, muy distinta a la sabiduría racionalista helenista.
Por ello, Clemente escribirá una segunda parte de ese tríptico a la que titulará “El Pedagogo”.
En esta segunda parte, continuación de “Protéptico”, Clemente muestra cómo Cristo es, además de un Maestro, un Pedagogo que va acompañando el crecimiento del convertido desde sus comienzos hasta su purificación plena, y la purificación plena de todas las facetas de la vida.
En esa obra, se van repasando todas las costumbres de la vida y modos de comportarse de la sociedad de la época: comidas, vestido, encuentros sociales, ambientes culturales, ocio, trabajo…
Para cada una de estos aspectos, Clemente indica cómo ha de vivirse la sabiduría cristiana, para vivir no según el “mundo”, o según las pasiones, sino como marca la verdadera razón, que es la del “Logos”.