Ante esta jornada del enfermo, volvamos sobre las reflexiones que el Catecismo de la Iglesia Católica nos propone acerca de la enfermedad.
La enfermedad y el sufrimiento son uno de los problemas más graves que aquejan a la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte.
La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volveré hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios.
La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes son un signo de que Dios nos ha visitado. Y que el Reino está muy cerca. Jesús no tiene sólo poder para curar, sino también para perdonar los pecados: vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo; es el MÉDICO QUE LOS ENFERMOS NECESITAN. Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos. SU AMOR DE PREDILECCIÓN HACIA LOS ENFERMOS NO HA CESADO.