Hoy, 1 de agosto, la Iglesia celebra a:
- SIETE HERMANOS MÁRTIRES, Antioquía de Siria. Durante el reinado de Antíoco Epífanes en las Guerras Macabeas.
- San SECUNDINO, mártir. Roma. (s. inc.).
- San FÉLIX, mártir. Gerona, Hispania Tarraconense. Bajo el emperador Diocleciano. (s. IV).
- SAN EXSUPERIO, obispo. Bayeux, Galia Lugdunense. Primer obispo de esa ciudad. (s. IV).
- San SEVERO, presbítero. Aquitania. Empleó sus bienes para la construcción de iglesias y para el servicio de los pobres. (500).
- Santos FRIARDO y SECUNDINO, eremitas. Isla de Besné, Nantes. El segundo era también diácono. (s. VI).
- San JONATO, abad. Marchiennes, Galia Belga. Discípulo de San Amando. (690).
- San ETHELWOLDO, obispo. Winchester, Inglaterra. Compuso la famosa “Concordia Regular” para la renovación de la disciplina monástica que había aprendido de San Dunstán. (984).
- Beato EMERICO de QUART, obispo. Aosta. Admirable por su austeridad de vida y por su celo en la salvación de las almas. (1313).
- Beato JUAN BUFALARI, religioso. Rieti, Lacio. Ermitaño de San Agustín. Joven humilde y amable, siempre dispuesto a ayudar al prójimo. (1336).
- San PEDRO FABRO, presbítero. Roma. Jesuita. Soportó difíciles responsabilidades en diversas partes de Europa. Murió en Roma mientras se celebraba el Concilio de Trento. (1546).
- Beato TOMÁS WELBOURNE, mártir. York. Maestro de escuela. Durante el reino de Jacobo I fue condenado a muerte por haber aconsejado seguir al Papa. Fue ahorcado. (1605).
- Santos DOMINGO NGUYEN VAN HANH y BERNARDO VU VAN DUE, presbíteros y mártires. Tonkín. El primero dominico. Decapitados por su fe en tiempo de Minh Mang. (1868).
- Beato ALEXIS SOBASZEK, presbítero y mártir. Dachau. Nacido en Polonia. Fue deportado inhumanamente por los invasores nazis de su patria. Murió por las torturas. (1942).
- Beatas MARÍA ESTRELLA del SANTÍSIMO SACRAMENTO MARDOSEWICZ y DIEZ COMPAÑERAS, vírgenes y mártires. Nowogródek, Polonia. De la Congregación de Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret. Fusiladas por los enemigos de la fe. (1943).
Hoy recordamos especialmente a SAN ALFONSO MARÍA de LIGORIO
Nació en el reino de Nápoles en 1696 en una familia noble.
Recibió la educación que correspondía a su rango social y con su inteligencia terminó muy pronto los estudios universitarios, doctorándose en derecho civil y canónico.
A continuación, practicó durante ocho años la abogacía hasta que decidió seguir la vocación sacerdotal; se dice que tras un fracaso profesional.
En 1726 fue ordenado sacerdote.
Antes de la ordenación se había inscrito en la congregación diocesana de las Misiones Apostólicas. Tenía el deseo de partir para las misiones, pero fue destinado a Scala, donde pudo comprobar la necesidad que tenían los campesinos de instrucción religiosa.
Esta evidencia le motivó la fundación de una nueva congragación religiosa dedicada al Santísimo Redentor. Cuando constaba de cuatro casas, el papa Benedicto XIV aprobó sus reglas.
A partir de 1743 llevará el gobierno de la misma, una vez que falleció Mons. Tomás Falcoia.
Acompañado de sus religiosos, Alfonso María llevó a cabo una acción apostólica que resultaría sumamente fructuosa.
Además de predicar, escribió obras de teología y vida espiritual.
Los Redentoristas, capitaneados por el Padre Alfonso María, promovían de forma muy especial la oración, individual o comunitaria, fuera en las iglesias y especialmente en los hogares y, al conocer sus abundantes frutos, el papa Benedicto XIV dedicó una encíclica para recomendarla a todos los fieles.
San Alfonso, a la vez que trabajaba en promover la obra de las misiones y en consolidar su congregación, ponía mucho empeño en la formación teológica y religiosa de los suyos.
En 1762 recibió el nombramiento, por el papa Clemente XIII, de obispo de Santa Agata dei Goti. Se preparó peregrinando a Roma y a Loreto.
En su sede fue un modelo de solicitud pastoral: reformó el seminario, impulsó a los sacerdotes a salir de su indolencia y trabajar pastoralmente con denuedo, dando él óptimos ejemplos con su austeridad de vida y su caridad heroica.
Inculcaba al pueblo el ejercicio de las virtudes cristianas y propagaba con ardor la devoción a la Virgen. Defendió la legitimidad del rosario, del escapulario y de las medallas.
Hacia 1768 le comenzó una grave artritis progresiva. Después de haber atendido a Clemente XIV en su lecho de muerte, el papa siguiente, Pío VI, le aceptó la dimisión de su obispado en 1775 y se retiró a vivir con sus religiosos en la Campania.
Aquí tuvo que afrontar una situación dolorosa. En 1780 los redentoristas de las casas del Reino de Nápoles tuvieron que aceptar algunos cambios en las reglas, impuestos por la autoridad civil. Con calumnias, dijeron que San Alfonso prefería la autoridad del rey a la del papa. El papa declaró fuera de la congregación a las casas que había en Nápoles. Así hubo una división hasta 1793.
San Alfonso no vio el fin de esta escisión, pues murió santamente en Pagani en 1787.