Abundando en la importancia del Día del Señor por excelencia, y abundando en su contenido más espiritual (el domingo debe ser la primera causa que alimente nuestra espiritualidad cristiana), veremos hoy la siguiente facete:
UN DÍA DE LA IGLESIA, UN DÍA PARA LA FRATERNIDAD
Desde la antigüedad cristiana el encuentro gozoso de los cristianos marca profundamente el domingo; todos, superando dificultades, se reúnen en comunión. Y en comunidad. Es la comunidad, o asamblea, lo que caracteriza y da impulso a todas las experiencias eclesiales: la confesión de fe hasta el martirio y la activa caridad llena de iniciativas. Diríamos MARTIRIO y CARIDAD.
La palabra del Resucitado convoca y amonesta, es la VOZ del Espíritu que nos interpela, llamando a la “puerta”, para explicar las Escrituras y partir el Pan.
La IGLESIA NACE y RENACE de la Palabra.
En la comunión se experimenta el gozo: “verse los uno a los otros es un gozo”, decía San Jerónimo que de sentimental no tenía mucho.
El domingo, hoy en día, en que impera un individualismo exacerbado, podría ser bálsamo para tantos que cada vez pesa más en sus vidas el anonimato y la superficialidad en las relaciones humanas.